Wednesday, September 08, 2004

Terrores infantiles, Noche de Fiesta, la Vale, Ra se posiciona

Cual postniña asustadiza que soy, hete aquí mi hitlist de horrores televisivos infantiles:
- It: el payaso de It era, reconozcámoslo todos, una criatura malsana y repulsiva responsable de que hoy en día la imagen de un simpático clown, en lugar de recordarme a Fofó y demás miembros del clan Aragón, haga que a mi mente vengan de nuevo esas horribles imágenes de colmillos afilados bajo los pompones, acompañadas del ya de por sí desasosegante rostro de Stephen King, que parece él mismo protagonista de una de sus horrendas novelas (una de mis compañeritas de piso se ha visto obligada a leer "Buick 8, un coche perverso" y aún estamos reteniendo las náuseas) Cuando pasaba por el videoclub y veía la carátula de It tenía que desviar la vista porque es que si no me cagaba a la hora de volver a casa y montar en el ascensor yo solita, como siempre (ohhhh...)
- Eduardo Manostijeras: sí, que ya sé que era bueno, y que bajo todo ese maquillaje de ahogado en el titanic y esa laca que sería la envidia de cualquier ángel de Charlie se encontraba el amado Jhonny Deep, pero la visión de Edward todo tieso y con esas cuchillas colgando aún ahora me pone soberanamente inquieta ¿o es que acaso el parecido con Freddy Krueguer nos iba a producir sentimientos de ternura y seguridad? Y esto nos lleva a la siguiente parada, en Elm Street.
Freddy Krueguer: he de aclarar que yo no ví ninguno de los filmes hasta hace muy poquito, pero como niña con un amplio espectro cultural, conocía y temía la historia de Freddy, que está en tus sueños, como todos sabemos (hasta que llegas a un punto en el que los sueños los pueblan cosas peores, tales que exámenes de matemáticas y física y pruebas de educación idem en las que te ves obligado a hacer el pino). Además de eso recuerdo la serie televisiva, que sí, hubo una, y cuyos anuncios en tele cinco interrumpiendo mi cómodo visionado de models hacían que me acojonase tanto que empezaba a cantar en voz alta para no escuchar la voz de Freddy diciendo con sus dientes sangrantes: "yo no moriré nunca"; y me ponía retos a mí misma, retos del estilo de "voy a aguantar viendo todo este anuncio de Freddy sin cerrar los ojos" Es que la misma visión de aquel rostro quemado en las calderas de ácido de mil fábricas abandonadas era motivo más que suficiente para aguantarme sin ir al baño toda la tarde para no dejar mi espalda al descubierto de sus garras oxidadas susceptibles de traspasarme el tétanos entre otros efectos más contundentes. Claro que ahora lo veo todo desde una perspectiva diferente al recordar alguna de las escenas que más me acojonaban, como una en la que Freddy cogía un Ken –os juro que era un Ken- y decía "lo mejor de los hombres es el cerebro" y le metía un chancho a la cabeza del producto de Mattel. Aún iba a ser todo en plan paródico y yo ahí sufriendo.
Misterio para tres: era una serie que me encantaba y a la estaba enganchadísima desde su aparición en las tardes de los domingos en Tele cinco, la cadena amiga. El argumento lo tengo un poco difuso: un anciano experto en fenómenos paranormales o algo parecido y sus dos esbirros, chico y chica, se dedicaban a resolver misterios relacionados con todo lo oculto y diabólico. Todo previsible y como que poquísimo original, porque recuerdo un capítulo que era un "Nombre de la rosa" calco por calco, pero para mí que aún no me había tragado a Humberto Eco, me dejaba fascinada tal muestra de inventiva pseudomedieval. Y otro que me marcó muchísimo era un de la típica muñeca de porcelana diabólica, ese momento trauma muñeca-de-porcelana-ojos-mirando-al-infinito-y-sonrisa-inquietante-pintada-por-una-china-que-trabaja-16 horas-diarias-en-el-taller-de-Shangay que todos los niñitos hemos de pasar en nuestro periplo vital hacia la madurez.
Los pájaros de "Los pájaros": especialmente esa escena en la que Tippi está esperando a que salgan los niños del cole y los columpios a su espalda se llenan poco a poco de aves. Todo en silencio. Un clímax de la hostia. El horror. Y para seguir con "la calidad", Norman Bates en Psicosis, ¿quién no se ha duchado mirando con prevención al otro lado de la cortina de la ducha a sabiendas de que es una gilipollez pero a sabiendas, oh, dios, de que no puedes evitarlo? Y que conste que "mi" escena más estremecedora de Psicosis no es la de la ducha, de tan vista, sino la del asesinato en las escaleras, con ese plano contrapicado (o picado, ni puta idea, lo digo por decir) del moño diabólico cuchillo en ristre y los golpetazos de violín en los tímpanos, ching, ching, ching...
Los cuentos de la cripta: no recuerdo casi nada, no debía ser muy aficionada, pero el bicho que los presentaba me acojonaba sobremanera –hay que ver, es que a mí me acojonaba hasta Frankenstein, ya me diréis- y una de las historias, una cenicienta crepuscular, oscura y salvaje, marcó mi forma de entender a Perrault y a los hermanos Grimm.
Hay muchos más, pero estoy poco inspirada y voy a dormir sola, así que no me apetece seguir autoinquietándome.
Un sábado por la noche y Ra en casa. Pues sí ¿qué pasa? Mi vida social es menguante en una alta progresión, sí, pero eso no quiere decir que esta semana no haya recibido una dosis de alcohol barato por vía oral. Una vez semidespejadas las suspicacias, voy a hacer una defensa de los sábados sabadetes en el hogar. Y es que ¡hay tanto que ver en la tele! Los fines de semana la programación televisiva alcanza unos niveles de infumabilidad despampanantes para el televidente no iniciado, infumabilidad que, naturalmente, para nosotros se traduce en mucha más diversión, en mucha más placentera y reconfortante bizarrez.
Para empezar, en el canal Viajar ponen "Airport", esa serie-documental que los aficionados al diario de Nacho Canut de sobra conoceréis: ya sabéis, Heatrow (¿se escribe así, ahora que lo pienso?) el aeropuerto londinense, su vida y sus pobladores, de diversas faunas aéreas de medio mundo, todo muy reality-show, todo reportajes sobre la cotidianeidad, desde la zona vip a las peripecias de las azafatas. Las historias son variadísimas: que si a una pasajera se le pierde el perro, que si Elton John pasa por allí y todos andan revolucionados, que si un avión pierde el tren de aterrizaje... El "capítulo" de hoy iba dedicado a las líneas aéreas checas, sus azafatas, sus empleados... Uno de los pasajeros decía una cosa muy inteligente, que es que en todas las compañías todo es igual: la comida, las sonrisas de las azafatas, el acolchado de los asientos... y que deberían existir las "aerolíneas groseras" en las que la tripulación fuese muy desagradable con los pasajeros. Eso sí que sería una nota de variedad.
Un empleado de mantenimiento sufría la amputación de parte de su dedo al meterlo en un motor (me pregunto cómo sólo el dedo, y no medio brazo)
Colin Powell que pasaba por allí.
Estoy convencida de que si emitiesen Aeropuerto en una cadena en abierto, tipo tele5, en horario de máxima audiencia, el número de aspirantes a pilotos, azafatas, controladores aéreos y demás calaña aumentaría más que mi emoción al ver a Dinio criticando el ¿régimen? castrista con la frase: "te dan cinco libras de arroz y una botella de aceite ¡para un mes! ¿Y cuando se acaba qué? Pues a vender la polla ¡o el coño! por ahí"
Bueno, podría hablar también de Salsa Rosa, con el equipo de comentaristas con "mejor" buen rollo, tíos, de toda la programación (excepto, quizá, el corrillo de Día a Día (María Teresa se merece una entrada para ella solita, y para sus hijas, Rociíto, Lara Dibildos, Alejandra Prat...) rosa. Pero... ¿por qué oler a Agatha Ruíz de la Prada si puedes tener aroma a Dolce y Gabbana? Así que vamos al rey indiscutible de las noches sabadeñas, que, naturalmente, no es otro que "Noche de Fiesta"
¿Sí, qué pasa? Noche de Fiesta, no me cansaré de decirlo, es el mejor programa cómico que hay hoy por hoy en la televisión, pública o privada, autonómica o estatal, con o sin presupuesto. Lo es, muy a menudo sin quererlo pero también ¡ojo! cuando lo pretenden, porque sí, lectores, me encantan los matrimonios de Noche de Fiesta. Esto es una declaración de principios en toda regla. Y no sólo por bizarros, repetitivos hasta la extenuación, machistas, vulgares y zafios, sino porque también tienen momentos de sí, genialidad, qué coño. Y en realidad para qué dar razones: los matrimonios te gustan y punto. Lo único es que si estás jubilado todo el mundo entenderá por qué y si aún estás en la edad fértil deberás buscar razones más o menos posmodernas par excusarte. Pues a mí me hacen gracia los chistes, a veces, no todos, pero sí. Y que conste que odio a los Morancos, pero no conseguirán que tenga mala conciencia por amar Noche de Fiesta.

Y están las presentadoras: Juncal Ribero, cuya cintura mengua semana tras semana hasta límites insospechados, y María José Suárez, pizpireta y simpatiquísima (esto de simpatiquísima se debe únicamente a que es sevillana, y claro, como todo el mundo sabe de Despeñaperros para abajo es que la gente tiene una grazia y un arte que no vea´) Vestidas semana a semana con modelitos arrancados del armario de una Barbie de los años 80. Y ese "ballet". Esas coreografías, ese vestuario, esos desfiles de ropa interior... si es que claro, luego piensas en el público standard del programa, ese matrimonio ya lejos de cualquier tipo de lubricidad contemplando cómo las núbiles putitas y los fornidos sementales se menean al ritmo de éxitos discotequeros que sus nietecillos estarán escuchando en ese momento mientras buscan al próximo objetivo de sus apareamientos y... entiendes de pronto muchas cosas complicadas sobre la vida, y la edad, y los hombres, y cómo ciertas cosas nos hacen libres.
Las llamadas telefónicas son otro punto de referencia: es como una peregrinación a Fátima o a Lourdes (según preferencias) en la que los televidentes hacen exhibición de sus desgracias para obtener prebendas mayores: mi madre está en una silla de ruedas... quería un viaje. ¡Pues viaje al canto! Es que mi hijo que acaba de sacarse el carnet quiere un coche. ¡El coche no te lo damos, Puri, pero las ruedas sí! A todo esto parte de la gracia está en el proceso de elección de los sobres, sostenidos por los miembros del ballet. El televidente elige a uno y el afortunado bailarín portador del sobre recibe el privilegio de que su nombre ilumine la pantalla durante breves instantes, al tiempo de que él o ella sonríen a la cámara, rogando a Dios porque algún adinerado anciano se fije en él/ella y se lo lleve como animal de compañía a vivir a Formentera (véase la novia de Bustamante, cuán lejos ha llegado gracias a su proyección en las noches de la primera)
Porque claro, llegamos al meollo del asunto, al quiz, al cenit, al principio y al fin del invento: el gran, el inconmensurable, el amo, el señor, el mecenas José Luis Moreno, artífice del programa. Lo mejor, sin dudarlo, de Noche de Fiesta, es escuchar su voz desde las alturas como si fuese un Dios apocalíptico, concediendo lavadoras y motocicletas y bromeando con Juncal y María José, o reprendiendo a la rubita cuya voz perfora los tímpanos no entrenados. Me imagino a José Luis sentado en su confortable sofá de cuero, contemplando todo el plató desde la sala de control, acariciando a un gato de angora mientras un niñito se la chupa...
Como pueden ver, las actuaciones musicales son lo de menos (aunque la semana pasada estaba Bertín Osborne, siempre en ese estado de embriaguez maravilloso que le hace soltar perlas por esa boquita que tiene bajo esos ojos de Chucky del estilo de "me parece ¡DELEZNABLE!"), aunque siempre merece la pena verlas por el vestuario que le ponen "al ballet". Cuando estaba yo en Madrid arreglándome (vamos, cambiándome la camiseta) para salir veía al mismo tiempo Noche de Fiesta (claro, no iba a perdérmelo. Y lo recomiendo para esos botellones en casa de tal o cual colega que están un poco decaídos. Infalible) y al terminar los matrimonios (es que se llaman así, los matrimonios, porque son los matrimonios por antonomasia: 2 años casados, 10 años casados, 40 años casados... ¡cuánta sabiduría! ¡qué tratado de sociología! Deberían ser de visionado obligatorio para todas las parejas que piensan en pasar por la vicaría) se pusieron los actores (Avelino, Pepa...) en primer término a brindar con champán porque la semana anterior su espectáculo había sido ¡el minuto de oro de la semana! Vamos, el minuto con mayor audiencia de toooodas las cadenas durante tooooda la semana.
Hay días en los que amo vivir en este país.
Me dice mi padre que la época en la que más abundan los suicidios es la primavera. Me extraña, porque así, de buenas a primeras, parece que debería ser el invierno, por eso de la falta de luz que hace que en los países nórdicos los suicidios sean también más abundantes que en los mediterráneos; aunque ahora que lo pienso en mi aldea hay un librito titulado, precisamente, "Prohibido suicidarse en primavera" Creo que le echaré un vistazo para ver si trae alguna explicación para el aumento de suicidas en dicha estación, igual que aumentan las alergias y los animalitos silvestres aumentan su prole. Al parecer la hora en la que más suicidios hay es al atardecer, muchos más que por la mañana o por la noche. No me extraña, la verdad, porque asistir a ese espectáculo con el ánimo especialmente sensible puede dar lugar a inesperadas consecuencias, como el ahorcamiento propio o la escucha reiterada de Celine Dion. En cambio, la hora a la que más gente muere, de muerte natural, es justo antes del amanecer: al parecer esas horas tipo las seis de la mañana son devastadoras en los hospitales y demás dispensarios. Y leí en nosedónde que tras el advenimiento del año 2000 hubo una especie de epidemia de óbitos de moribundos, que habían estado aguantando hasta el 1 de Enero para morirse pudiendo decir que habían visto en nuevo siglo. Claro que aquí entra todo el rollo aquel tan estéril en el nos afanamos todos de si el siglo XXI empezaba el 1 de Enero de 2000 o el de 2001 (yo estaba por la opción correcta, la de 2001, claro, pero normal, el cambio de cuatro dígitos así de repente pues quieras que no, marca) Supongo que a los moribundos les daría igual.
En el diario de Bridget Jones, ese súperthit feminista que de feminista tiene lo que una reunión del Ku-Klux-Klan de políticamente correcto, decía la susodicha que los protagonistas de Orgullo y Prejuicio eran sus elegidos en el campo del amor para... pues para follar, y ser felices y demás etc. Mis representantes en el campo del amor en la vida real son Rafa y Sa (lo sé, estos diminutivos...), ella mi compañerita de clase. No sé cómo lo verán ellos, pero desde fuera, desde el punto de vista de Ra (o sea, el mío) es la relación idílica que yo, en el caso de querer una relación, querría para mí. Cada cual tiene su vida, sus amigos, ni siquiera viven juntos, pero se ven casi a diario y tienen esa complicidad absoluta que dan, señores, cinco años de relación. Me parece admirable mantener una relación durante cinco años sin haberse convertido en una de esas pringosas parejas que no se tienen más que el uno al otro, lo cual en una novela decimonónica queda muy tiennno pero en la vida postfinisecular pues es un coñazo, la verdad. Ella sale con sus amigos, él lo mismo, sobre todo son amigos, pero se aman, y es todo tan bello... Te los encuentras al salir de la biblioteca conversando entre risas y piensas ¡qué bella pareja de jóvenes, qué felices se les ve en esta soleada tarde! Además casi nunca van de la mano, lo cual me parece genial porque yo si hay una cosa que aborrezco es eso de tener que ir de la mano por cojones, yo, con lo sobona y tocona y besucona que soy detesto eso de tener un novio y tener que ir del ganchete porque sí. Si se hace por costumbre deja de ser una muestra de cariño para convertirse en un inconveniente a la hora de avanzar por calles especialmente transitadas. Tan bella pareja son, tan unidos se les ve, que Rubén, un compañerito de clase que el cotilla oficial siempre hace comentarios del estilo de: ¿Ya os habéis vuelto a dejar? Si es que no se puede estar discutiendo todo el día. Pues bien, el miércoles estaba yo en un bar con compañeritos de clase y de pronto me dice Sa:
_ Es que lo he dejado con Rafa.
_ Ah, sí, ya me lo había dicho Rubén- contesto yo sonriente.
_ Ah... es que me daba rollo que te fueses a enterar por él o algo así, pero tampoco encontraba el momento. Pues...
_ Espera, espera. ¿Lo dices en serio?
Tanto ella como sus amiguitas me dirigieron miradas afirmativas. Me quedé consternadísima y en un estado de shock tremebundo mientras ella explicaba cuán extraña se sentía tras cinco años de relación que ambos habían decidido romper para probar "cosas nuevas", para ver cómo les iba sin salir juntos, aunque seguían viéndose y todo eso... es todo muy "Al salir de clase", lo sé, pero eran mis representantes del amor en la tierra, y aún así... resulta que aún están enamorados el uno del otro. Oh, la vida da náuseas. Es todo tan hermoso y terrible.
Estoy en contra de:
La ilegalización de Batasuna.
Las madres de la asociación de víctimas de la droga que van a insultar a Laureano Oubiña el día del entierro de su mujer.
Los que no van a votar porque se quedan en su casa durmiendo: si no quieres votar a ningún partido vota en blanco que es mentira eso de que vaya para el partido más votdo; si no estás a favor de la democracia monta un acto de protesta, siéntate delante de las urnas hasta que tengan que desalojarte los geos, o vota en negro o en morado o en una amplia de colores a elegir; si eres anarquista haz estallar tus artefactos dinamiteros de fabricación casera; o incluso dí que consideras un acto mucho más político ver la repetición de "Música Sí" o de "Generación OT" que ir a participar en un sistema corrupto y viciado, pero por dios, no digas que es simplemente porque no te apetece, como si si en ese día hubieses pasado delante de tu colegio electoral podrías perfectamente haber entrado y votado; no, si no votas que sea porque no quieres conscientemente votar, no porque ese día vino bueno y te dio pereza perder diez minutos de playa.
Y, para variar un poco el tono, fijaos qué cosa tan linda he leído en un reportaje de la Vale titulado: "El feng-shui del amor": "La presencia de un elemento en punta en el ambiente hará subir la temperatura erótica de la habitación" Jojojo... no te jode. Mi trabajo soñado: Ser redactora de la Vale.

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