Thursday, November 26, 2009

La casa de tócame Roque

Verdaderamente hay días en los que el mundo te da motivos para el odio, la rabia y la indignación. Desde ayer, mi motivo de enervamiento o enervación es el divorcio de la infanta Elena. Y no porque me importe especialmente lo que le pase (aunque soy rendida admiradora del personaje de Jaime de Marichalar, el hombre mejor vestido de España), sino porque da pie a que se hable mucho de un tema que me crispa los nervios: la nulidad eclesiástica. Ya sé que es una cosa que se consigue con dinero e influencias, pero de verdad, ¿cómo es que la solicita la gente? ¿por qué tanto empeño? ¿Y es que cómo es posible que una persona se considere a sí misma católica, se divorcie, consiga la nulidad y luego se vuelva a casar por la Iglesia? ¿Dónde cabe tanta hipocresía? (cuántos interrogantes). Como soy un poco pava, aún pienso que esa gente es tan hipócrita y falsaria que se considera a sí misma buena cristiana de verdad y cree en la Iglesia y en sus preceptos (que a mí me chupan un pie, pero el caso es que ellos creen o afirman creer, como quien cree en las flores de Bach o en los cristales sanadores). Claro que en realidad ya todos sabemos que el objetivo es conseguir la nulidad para volver a casarse en los Jerónimos, que está mejor visto socialmente, una boda por la Iglesia hace más bonito y además puede casarte el padre Juan, que es un cura amigo de la familia (en mi familia afortunadamente no hay de eso; más bien al contrario, mi padre mantuvo durante años una férrea enemistad con el párroco de la aldea que acabó en un levantamiento popular que consiguió expulsarle a otra parroquia y todo, cosa de la que mi padre no está ciertamente orgulloso pero yo sí).

Lo que quiero decir es que si te consideras a ti mismo un buen católico (y no hablo de los de “creo en Dios pero no en la Iglesia”, opción que me parece cómoda y facilona pero respetable; hablo de los que son de misa de domingo, que hay mucha gente así aunque en medio de tanta progresía se le olviden estas cosas al joven moderno de hoy) no te separas, aguantas con la cabeza alta porque el matrimonio es un sacramento y blablablá. O te separas, pero no te divorcias, que eso es un invento del demonio y a muchas manifestaciones asistió el barrio de Salamanca en pleno cuando su aprobación, igualito que ahora con el aborto. Pero no, divorcio y nulidad, como si no hubiera pasado nada, esto es la casa de tócame Roque, cada uno hace lo que le da en gana y además tienes el morro de incumplir todas las normas del club al que perteneces y seguir considerándote orgulloso socio de honor.

Aunque hay otra cosa (ahora estoy ya con el colmillo sangrante) aún peor que el fingimiento de sacristía, la verdad: los curas gays. ¿Pero qué mierda es esta? Aquí la gente quiere estar en misa repicando (fíjense qué bien traído) y quieren ser ministros de la Iglesia católica, apostólica y romana y al mismo tiempo salir en la portada de Zero. Vamos a ver, ¿soy la única que ve esto esquizofrénico? Si eres maricón y católico practicante, revisa las encíclicas y atiende bien a lo que dicen. Después, haz examen de conciencia y pregúntate si te consideras un enfermo, un desviado y si crees que lo tuyo tiene cura. Si crees que sí, ponte a ello (hay quien dice que le ha ido muy bien) y si crees que no, que eres una persona-humana normal, sana y que tienes derecho a ser feliz, deja de ser cura. Y no me vengan con milongas de “cambiar la Iglesia desde dentro” y chorradas semejantes tipo “sendero luminoso”, porque si hay alguna institución que sea jerárquica y que no tolere el debate interno (es que me da la risa escribiendo esto), es la Iglesia. Y claro, la gente quiere que se adapte la institución a ellos y no al revés, toma ya. Y veo normal que el papa diga que el aborto es malo, ¿de qué se sorprende la gente? Es el papa, ¿qué va a decir? otra cosa es que tú te hayas enterado de que el siglo de las luces ya pasó, de que las revoluciones del XIX también, y de que vivimos, afortunadamente, en un mundo individualista que rinde pleitesía a la razón (en teoría, claro) y de que lo que diga el papa te importe tanto como lo que diga Tagore. Y si sientes culpa por masturbarte, o por que te den por culo o porque te coman la brinca del coño, puedes elegir entre considerarte toda la vida un pobre pecador y estar haciendo penitencia y pecando y haciendo penitencia y así ad nauseam, o te pones a pensar y desmontas lo que sea que te hayan inculcado y decides vivir con tus propias normas, o con las de la sociedad o con las de Anton LaVey. Pero no pretendas quedarte con sólo la parte que te interesa de a lo que quieres pertenecer, que es precisamente la más superficial y “bonita”. O hazte protestante, qué coño, que es la solución perfecta a todo conflicto que pueda generarte la relación con Dios, si es que crees en él.

Desde luego, yo si fuese cura, no le iba a dar la comunión a un solo divorciado, así me quemen en la hoguera esa panda de fariseos.

Thursday, November 19, 2009

Cursi es todo sentimiento que no se comparte

A veces, sólo a veces, me aturullo un poco de tener de fondo "Salvamé" (que no "Sálvame", así como "Cantamé por el camino"), cambio de canal y pongo "Las chicas Gilmore" en la 2 (por cierto que los informativos de la noche de la 1 han sido elegidos los mejores del mundo, ¡los mejores del mundo, por delante de los de la BBC y los americanos de siglas imposibles! Esto me sorprende y me parece bien, aunque en mi casa somos más de Cuatro que le tenemos mucha querencia a Iñaki y nos gusta que todo venga ya manipulado a nuestro parecer, pero me preocupa un poco si me pongo a pensar que, si los de la 1 son los mejores del mundo, ¡cómo serán los del resto de los países!). Yo ya me he visto todas las Gilmore, las siete temporadas, y lo recuerdo todo bastante bien porque la repiten en la Fox y en la 2 hasta la naúsea, pero siempre está bien porque te pongas el capítulo que te pongas, sale Lorelai y hay unas réplicas ingeniosísimas y divertidas, y Rory es una cosa muy bonita de ver, sobre todo en las últimas temporadas, en las que está guapa de crujir.
Si tuviese que vivir en una serie (premisa importante), elegiría las Gilmore. Me pasa cuando la veo que me entran ganas de beber martinis antes de cenar, de hincharme a comida basura y de replicar y contra-replicar a todo lo que me digan con frases dichas a toda velocidad y del ingenio de una película de Woody Allen de los últimos ochentas-primeros noventas. Es una serie en la que, más que pasar cosas, la gente habla. Hablan, discuten, se gritan y todo el mundo tiene una memoria prodigiosa para recordar los nombres de todos los grupos, todas las películas, todas las series y todos los famosos de la historia. Se nombra "Operación Dragón" y a Molly Ringwald y a los Sonics, todo en el mismo capítulo, y todo el mundo comprende perfectamente de qué se está hablando y qué se quiere decir con frases como "oye, para el carro que no somos Sid y Nancy". Y aún así, tiene una cosa que me desquicia y me incomoda sobremanera: es pacata a morir. Se supone que es una serie moderna e incluso como izquierdosa y progresista, si es que ésto significa algo al otro lado del charco, pero tiene esos puntos de mogigatería y castigo divino por el sexo que me hace pensar cuán duras deben de ser la cosas allá, en ese magma que consideramos "la América profunda" y que empieza más o menos al cruzar el puente de Brooklyn.
Muy ñoña es Rory, que sólo menta el sexo por encima, y la gente se queda embarazada a la buena de Dios, y Lane, que es inteligente, rockerilla y se rebela contra la autoridad de su ultrareligiosa madre, llega virgen al matrimonio. ¿Por qué? ¿Es que el peso del catolicismo coreano la marca de mala manera? ¿Por qué tanta ñoñería? Por qué esa forma cursi y ridícula de referirse al sexo?
Y, sin embargo, ahí está Lorelai Lee (perdón, Gilmore) para salvarnos: en la escena están ella y su novio Luke, él apurándola para que se arregle porque tienen que ir a no sé dónde, y ella bastante caliente y pidiendo guerra. Y dice él:
- Vamos, Lorelai, que llegamos muy justos.
Y dice ella:
-Justa es mi colección de ropa interior, caballero.
¡Chapeau!

Friday, November 06, 2009

Donde dije digo, digo Diego

El miércoles pasado fui al teatro a ver “Urtain”, de Animalario, esa compañía que tanto gusta a la progresía y a los amantes de Alberto Sanjuán (a los que comprendo perfectamente desde que una de mis primas me mandó un mail con fotos en las que se le veía follando en una playa con una mozuela y, además de tener un buen pollón, estaba barbado, con el pelo lleno de salitre y guapísimo. Yo, como Vivola Adamant, creo que las barbas lo son todo en esta vida). La obra me gustó mucho y tal, pero pasó una cosa que me repelió profundamente y me hizo sentirme muy identificada con un tío mío que es muy amante de la ópera pero dejó de ir y prefiere verla en cd´s en su casa porque dice que pasaba mucha vergüenza ajena con el resto del público asistente. La obra es como una cuenta atrás desde 1992 hasta el nacimiento de Urtain, todo como mezclado con detalles sociales e históricos de Ejpaña y todo eso, y hay un momento en el que uno de los actores se pone a imitar a Eugenio sobre el escenario con el “¿Saben aquel que diu…?” pero resulta que lo que cuenta, hablando en todo momento con el acentazo catalán de Eugenio, no es un chiste, sino el asesinato de aquellos abogados laboralistas por parte de un grupo de extrema derecha en el setenta y no sé qué. ¡Y la gente se reía! Yo puedo entender que haya un salto generacional de gente joven (joven como yo, que –afortunadamente- no era ni proyecto de aquella) que en su vida ha oído hablar de ese tema y la transición le suena como una cosa muy lejana y tal, pero coño, bastaba con escuchar lo que estaban diciendo para ver que no tenía ni puta gracia. Pero no, se reían porque imitaba a Eugenio y a ese sí le conocen, que le habrán visto en Youtube. Y otro momento horrible y que ya me llenó el fondo del alma de ascopena fue que otro actor, en otro momento de la obra, imita a Raphael y canta “Mi gran noche”, ¡y la gente se tronchaba! Y eso sí que ya me parece una falta total de respeto, de sensibilidad y de entendederas. Raphael es un artista como la copa de un pino, y quien se toma su presencia y actitud como un detalle chusco motivo de burla y carcajadas entre las butacas, merece la muerte de un modo lento y doloroso por prepotente y por inculto.
Yo no salgo mucho de casa, el otro día hasta encontré semiatractivo a Jesulín en el reportaje de Antena 3, igual todo influye, pero hay cosas a las que uno no puede acostumbrarse.