Thursday, June 26, 2008
I know you´re married but I´ve got feelings too
Las normas de la casa de la sidra pertenece a esa categoría de películas que son tan bonitas de ver gracias a su excelente fotografía en tonos cálidos que ya tienen la mitad del camino trazado. Si además le sumamos que sale Charlize Theron cuando aún no le había dado por ponerse fea para demostrar que es buena actriz (creo que era la época de “Mi gran amigo Joe”, esa de amor con un gorila), mi cuelgamiento por esa película estaba cantado. Tanto, que hasta me compré la novela en la que estaba basada, “Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra” (título en español), de John Irving. Mientras la enviaba a casa el Círculo de Lectores, encargué también la novela que acababa de sacar el escritor por aquel entonces, “Una mujer difícil”, sólo porque tenía una portada muy bonita (siempre juzgo los libros por la portada) y porque la sinopsis me parecía molongui. Y en mala hora. Me leí los dos libros, sí, y puedo afirmar, con la boca llena de la crema de calabacín que me estoy tomando en este momento, que ODIO a John Irving con todas mis fuerzas. Qué hombre tan aburrido y absurdo, por dios. Eso sí, “Las normas de la casa de la sidra” (qué título tan pretencioso) está muy bien y es muy bonitica.
Actualmente, con el paso del tiempo, ha ido mermando esa pasión incontendia por el bello Tobey –al que ahora no encuentro tan bello, ciertamente, tal vez porque nunca lo ha sido-, que se manifestaba sobre todo en mi tendencia a colgarme de jóvenes que tenían cara de recién levantados o de emporrados (la mayoría de las veces lo estaban), pero sigo considerando a Tobey como un valor seguro a la hora de valorar una película.
Resumiendo, que “Swingtown” promete mucho, y si no están convencidos para verla ya, les diré que ¡sale Grant Show! Para siempre Jake de Melrose Place en nuestros corazones, luce aquí un bigote muy viril y unas blusas setenteras (el corrector del Word acaba de sustituir “setenteras” por “sementeras”, jojo) que le vienen que ni pintadas.
Wednesday, June 18, 2008
1, 2 y 3, 4, 5 y 6, yo me calmaré, todos lo veréis
A mí cuando viajo me gusta todo, desde París hasta Viana do Bolo, así que es una actividad chupi. Yo, como no soy moderna, no viajo para hacer cosas, viajo un poco como mis padres pero con la cuarta parte de su presupuesto: para comer y ver cosas, acostarme prontito y levantarme a las cinco de la mañana. Estoy tope fea, cuando viajo (cuando no viajo también, vamos, pero la fealdad se acrecienta y manifiesta especialmente en estos días), con mochila que me vuelve jorobada, ropa fatal combinada y una riñonera de cuadros escoceses de miel y limón. Y qué bien me lo paso. Algunos de los mejores recuerdos de mi vida están asociados a viajes, a saber:
Primer recuerdo súperguay: en aquella furgoneta por el Sahara cantando "la muchacha turcaaa no te falla nuncaaaa" con el conductor moruno, o sea, la que probablemente sea la canción en árabe más versionada y conocida en el mundo occidental, ya sea en su versión hispana de Hakim o en la anglosajona de Holly Valance, "the kiss kiss song", creo que se llamaba. Si la buscan en youtube la reconocerán inmediatamente por su estribillo de lanzar besitos al aire. Así que la canción empezó a sonar en la casete del señor que conducía la furgoneta, empezamos a batir palmas, él subió el volumen, empezó a cantar y a jalearnos y en el momento de los besitos todos fruncíamos los labios y chisqueábamos, tan monos. Y yo veía al señor moruno conduciendo, cantando y besando al aire y detrás de su cabeza las dunas del sáhara y me corría viva de la emoción.
Otro recuerdo súperguay: en el tren Zagreb-Sarajevo, nueve horas metidas en un vagón con un turco al que le olían los pies, de charla en un idioma ininteligible con un señor bosnio cojito, una chica americana que no sabía en qué país estaba y una señora gorda bosnia simpatiquísima, compartiendo pastelitos y contemplando el paisaje balcánico, que es muy bonito y está lleno de cementerios por todas partes en los que todos los muertos son del año 93
El último ya, que me lío: el año pasado en Sicilia, tras horas y horas de asfixiante siroco, llegar a la piscina de nuestra casita en Trapani y bañarnos en la mini piscina que tenían en la azotea fue, sin duda, uno de los momentos cumbres de placer físico y mental de mi corta existencia.
Y por estas y otras razones, después de empezar en enero con Berlín, esquiar en Andorra, continuar con Valencia y Altea, Galicia (ejem), Oporto y Lyon, ayer me compré los billetes para ir a Polonia. Y sólo de pensar que voy a a ir Auschwitz vuelvo a tener diez años y a estar reloca con todas las películas, malas y buenas, de la segunda guerra mundial y el holocausto, y busco a mi alrededor escondrijos en los que ocultarme, inútilmente, de los nazis.
Saturday, June 07, 2008
Lost in the supermarket
Últimamente en casa no vemos mucho la tele. Esto no es algo de lo que me sienta orgullosa, más bien al contrario, porque si hay alguien que defienda la tele como espectáculo que provoca pasividad, atontamiento y oleadas de diversión, soy yo. La tenemos mucho de fondo mientras cocinamos y comentamos las nimiedades del día a día, pero lo que es verla-verla, ver cosas en prime time, la verdad es que poquita cosa. Por eso el otro día fue una novedad ponernos a ver Mujeres Desesperadas, que la dan en la dos los martes, mientras yo hacía mis ejercicios de espalda mirando a la meca. Mujeres Desesperadas es una serie que me gusta un montón pero a la que he perdido bastante la pista. Aún recuerdo (música de violín) la primera vez que la pusieron, en Mayo de 2005, creo. Yo entonces vivía en Madrid (corazón) y había venido de visita a Barcelona. Estábamos cenando y de charleta y empezó “esa nueva serie de la que todo el mundo habla”. Por una vez los de la primera no maltrataron sus productos y pusieron los dos primeros capítulos seguidos sin un solo corte de publicidad para enganchar a la audiencia. Lo recuerdo porque me estaba meando y no pude ir al baño hasta que llevaba una hora y media de serie, ya. La primera temporada la seguí con pasión, pero no sé qué pasó con la segunda, -creo que no me enteraba de cuándo la ponían, tal vez fuese verano- que ya no veía más que capítulos sueltos, lo justo para seguir un poco el hilo de la vecina negra con el hijo retrasado encerrado en el sótano. La tercera ya ni idea, y de ésta cuarta pues bastante flojita, sigo lo que va pasando por blogs y cosas así, porque una mujer de hoy tiene que estar al día de todo lo que realmente importa, pero poco más. Habíamos bajado las dos últimas temporadas para estar pertrechadas de series y películas durante la temporda primavera-verano, pero el disco duro de una de mis compañeras de piso –y sin emabargo amiga- se jodió a los dos meses de comprarlo y adiós a todo nuestro material obtenido de forma espúrea. En el capítulo del martes, por ejemplo, Lynette había superado ya el cáncer –cosa que sabía- y Bree estaba liada con Kyle Mcplacaplaca, pero no sabía que Susan estaba embarazada, supongo que de Mike, ¿quién si no? Eva Longoria me sigue repeliendo, interpreta al personaje más petardo e inaguantable que puede existir, aunque creo que en gran parte es por el doblaje, por esa voz tan chunga que tiene. Bree es mi absoluta favorita, claro que teniendo en cuenta que es la mismísma Kimberly no hay vuelta de hoja.
Y bueno, toda esta parrafada insustancial sin pies ni cabeza era para decir que de todas las series vistas o empezadas a ver en los últimos tiempos –en el último año- en drama, me quedo con Damages, y en comedia, con The IT Crowd, sobre todo con la primera temporada. Y para mí ya está todo dicho de series, personajes, spoilers y enganchamientos. Con esas dos obras maestras tengo más que suficiente.