Wednesday, September 19, 2012

Everybody summertime love

    Hoy llueve así que es el mejor momento para dar por finiquitado el verano. ¿Y qué ha sido lo más importante del verano, según nuestro humilde punto de vista? Pues no el  Ecce Homo, no (aunque entendemos su valor como fenómeno histórico y cuasi-generacional del que hablaremos a nuestros nietos), ni Sánchez Gordillo (al que agradecemos profundamente sus looks y los debates que ha generado en los que daba gusto ver a personajes de la talla del conde Lecquio perdiendo los papeles de la rabia y la ira que les entraba sólo de mentarles a la bicha), lo más importante del verano ha sido el triángulo Robert Pattinson-Kristen Stewart-Rupert Sanders.
    A saber, la estrella con mejor cara de náusea existencial de los últimos años se lía con el director de su última película (Blancanieves y la leyenda del cazador, de la que me han dicho que tiene un subtexto lésbico bastante guay), el anodino Rubert Sanders, casado con la modelo Liberty Ross que -toma ya- interpreta a la Madre de Kristen en la citada Blancanieves. O sea, es todo tan retorcido, edípico y de realidad que supera a la ficción que creemos que Kenneth Anger (loado sea su nombre) debería sacar ya otra edición de Hollywood Babilonia sólo para comentar su parecer sobre esta historia. Aquí Robert Pattinson hace un poco el papel de novio abandonado que se piensa si creer o no en el arrepentimiento de la díscola Kristen, todo esto mezclado con comentarios en twitter de los implicados, fotos de Kristen llorando en chándal (en la mejor tradición de Chenoa), furibundos enfrentamientos entre las fans pro y anti Kristen (cuánto gusta apalear públicamente a una Mala Mujer) y lo mejor es que coincide todo en medio de la promoción de la enésima película de Crepúsculo. A ver cómo se las arreglan los protagonistas para salir con cara de circunstancias paseando por alguna alfombra roja con la que hay montada.
    Para mí lo más interesante de esta historia es que creo que ha sido aposta: estoy convencida de que Kristen y Robert se han puesto de acuerdo en todo ahora que por fin terminan con las películas de Crepúsculo y los dos, convertidos en estrellas y adorados por media población adolescente, están deseando huir cagando leches hacia proyectos con más prestigio (qué ingenuos), tipo esa versión de The Road en la que ya ha trabajado ella o esas chorradas medio de época en las que ha trabajado él. Creo que no han encontrado mejor forma de deshacerse de las fans amantes de la virginal-hasta-que-dejó-de-serlo-para-pasar-a-ser-madre Bella Swan y del vampiro-sexy-pero-que-te-respeta (toda lo que rodea a Crepúsculo da mucho asco y es más retrógrado, rancio y estúpido que la madre que lo parió, cómo se nota que lo ha escrito una mormona) que con este escándalo que deja claro que ellos no son Edward ni Bella, son dos jóvenes que follan, cometen errores y son, sobre todo, adultos, no teens ni estrellas teen. Esto tiene mucho que ver con dos hechos muy importantes y que han pasado semi-desapercibidos, a saber: 
1) que Miley Cyrus se ha rapado el pelo esforzándose por clavar bien el último clavo en el ataúd de Hannah Montana.
2) que el resto de las más importantes princesas del canal Disney han hecho esta película con (glups) Harmony Corine.
    Vanessa Hudgens ya le dio una patada al rollo High School Musical dejando que se filtraran unas fotos enseñando el toto (me niego a creer que estas cosas son casuales) y se ve que Selena Gómez tampoco se conforma con ser maga de Waverly Place y novia de Justin Bieber y quiere gritarle al mundo que ya de niña poco. Todo esto es rebeldía adolescente que en caso de adolescentes normales se manifestaría en ponerse un piercing (como hizo el hijo mayor de Lourditas en aquel glorioso capítulo de Farmacia de Guardia) (o cortarse el pelo un poco como Miley), pero como son superestrellas se encarna en polvos prohibidos, películas con personajes lo más alejados posibles de sus papeles encasilladores y corsés negros en conciertos, para gritarle al mundo y a los fans y a las productoras que ya son mayores, que pueden hacer películas underground, que pueden protagonizar escándalos y ser sexys más allá del soft porn pederástico de la casa Disney y que están buscando adultez y credibilidad, eso por lo que suspiran todos los actores del mundo. 
(Lo peor es que seguro que mi teoría es falsa, no hay ningún plan y simplemente Kristen se lió con ese hombre maduro porque le salió de la bisectriz, sus lágrimas no son fingidas, está arrepentida de verdad y Robert sufre horriblemente, pero déjenme soñar tranquila y pensar qué opinará Charlize Theron de todo esto).

Thursday, September 13, 2012

"He crrusado oséanos de chiempo parra encontrarrte"



Y aquí otro texto más, juro que pronto pararé con esto:

¿Has leído “Drácula” y fantaseas con aterrorizarte en su castillo? ¿La mera mención de “Transilvania” te hace temblar de excitación? ¿Conoces la historia del auténtico Drácula, Vlad Tepes, y deseas conocer los parajes en los que empalaba a sus enemigos? ¿Tienes pesadillas –o maravillosos sueños- con la peluca de Gary Oldman y con una ensangrentada Mónica Bellucci? Este artículo es para ti. Un siglo después de la muerte de Bram Stoker (el creador del inmortal –en el más amplio sentido de la palabra- personaje), repasamos los escenarios reales de en los que se mezclan las huellas del personaje de ficción y de su presunto inspirador, Vlad Tepes, gobernante de Valaquia durante el siglo XV, héroe de la historia rumana por defender su territorio ante los embites turcos e hijo de Vlad II Dracul, palabra que significaba “dragón”, pero también -¡oh, la etimología!- “diablo”.


El castillo de Bran: Relación con Drácula: nula. Relación con Vlad Tepes: prácticamente inexistente.
¿Por qué merece la pena? Es un castillo medieval oportunamente situado cerca de Brasov, la bonita capital de Transilvania y útil punto de partida para hacer excursiones por la región. Expropiado durante el comunismo, el lugar fue restituido al heredero de sus antiguos dueños, que resultó ser un Habsburgo afincado en Nueva York al que imaginamos que la inesperada herencia no terminó de ilusionar. Tras intentar inútilmente venderlo, llegó a un acuerdo con las autoridades rumanas para mantenerlo abierto al turismo, para nuestro regocijo. En el interior hay paneles explicativos sobre el mito de Drácula, la historia del castillo y su total falta de relación con el Vlad Tepes histórico, que al parecer no llegó ni a pasar una noche allí. Y sin embargo, es tan sobrecogedor, fotogénico y su silueta tan similar a los castillos del vampiro del imaginario colectivo que la visita resulta ineludible.

La fortaleza de Poenari: Relación con Drácula: nula. Relación con Vlad Tepes: absoluta.
¿Por qué merece la pena? Vlad Tepes conocía, además de creativas formas de torturar a sus enemigos, cómo elegir bien los emplazamientos. Los mil quinientos escalones que hay que subir para llegar a lo alto de la fortaleza servirán para meternos momentáneamente en la piel de los esclavos turcos que se emplearon en su construcción. Aunque esté en ruinas, vale la pena acercarse porque fue construido por el auténtico Empalador y por sus vistas, sobrecogedoras cinco siglos después de su edificación. Si el lugar no consigue conmovernos o no nos parece lo bastante terrorífico, muy cerca está la carretera de Transfăgărăşan, cuyas curvas y desniveles asustarán al conductor más experimentado.

Hotel Castel Drácula: Relación con Drácula: es la razón de su existencia. Relación con Vlad Tepes: suponemos que ninguna.
¿Por qué merece la pena? Hace unos años alguien decidió que el mito de Drácula no estaba lo suficientemente explotado y que todavía podía crearse un nuevo reclamo turístico: un hotel temático de Drácula en el lugar en el que, en la novela, se ubicaba el castillo, cerca de Bistrita (el último lugar en el que se aloja Jonathan Harker antes de enfrentarse a una ensalada de horror que le dejará marcado y encanecido de por vida), al norte de Rumanía. Si se decide alojarse en él (sí, también tiene ataúdes) hay que ir sin prejuicios, consciente de que es una mezcla de hotel, parque temático Drácula y atracción turística. No apto para los que le tengan miedo… al kitsch.

Castillo de Slains: Relación con Drácula: a él le debe el personaje su “vida”. Relación con Vlad Tepes: ni por asomo.
¿Por qué merece la pena? Todos estos emplazamientos rumanos resulta lugares muy interesantes a no ser por un pequeño e insignificante detalle: Bram Stoker jamás visitó Rumanía (¡acabáramos!) y el lugar que tenía en mente cuando describía la morada del conde le quedaba mucho más a mano: las ruinas del Castillo de Slains, en Escocia, tienen la presencia y la atmósfera adecuadas para inspirar cualquier novela de terror. Y no se puede negar que están mucho más cerca de Londres, lugar en el que, al fin y al cabo, transcurre la mayor parte de la novela.

Monday, September 03, 2012

Un mágico mundo de ilusión y de color

Y otro textito más, muy en la línea del anterior:


El nuevo rompetaquillas de Disney/Pixar –porque a estas alturas ya son lo mismo- es Mérida, una heroína de indómita melena pelirroja que parece ratificar –Juegos del hambre mediante- que el tiro con arco es tendencia. Ambientada en los Highlands escoceses y plagada de referencias a escenarios fácilmente reconocibles, aprovechamos para repasar los lugares reales que inspiraron al estudio un buen puñado de obras maestras.

Londres y “Mary Poppins”.
Sí, Londres es maravillosa a ojos de un niño volante en “Peter Pan” o como escenario de los amores de Pongo y Perdita en “101 dálmatas”, pero nos quedamos, ahora y siempre, con el retrato de la ciudad que hace “Mary Poppins”: mansiones eduardianas, sufragistas, deshollinadores, paseos por el parque y una City llena de hombres de negocios consumidos por la avaricia que prefieren ignorar que a pocos metros, en las escaleras de Saint Paul, se venden migas de pan para las palomas a sólo tres peniques.

Castillo de Neuschwanstein y “La bella durmiente”.
Convertido en el logotipo de la casa y omnipresente en sus parques, eso que dicen ser los lugares más felices de la tierra, el castillo de “La bella durmiente” es casi una copia exacta del castillo de Neuschwanstein, en Baviera. Disney no podía haber elegido mejor: el capricho de Luis II es una fantasía medievaloide para el que parece haber sido hecha la expresión “de cuento de hadas”. Si se prefiere crear un ensueño propio, el cercano castillo de Linderhof, también obra del Rey Loco y plagado de sus excentricidades, puede inspirar al cuentacuentos que todos llevamos dentro.

Rothenburg y “Pinocho”.
Aunque teóricamente ambientada en un pueblecito italiano, la inspiración real de los animadores de la maravillosa y nunca suficientemente ponderada “Pinocho” es la localidad alemana de Rothenburg. Escenario de otros rodajes gracias a su bien conservado casco histórico, pasear por sus calles de pueblecito de cuento es una delicia. Y ya son dos las razones para ir a Baviera.

Nueva York y “Oliver y su pandilla”.
En la época en la que los estudios iban a pique antes de que una sirena les rescatase a golpe de canciones sobre sus ansias de tener piernas (e, imaginamos, lo que hay entre ellas), nació esta versión perruna y felina de “Oliver Twist” que narra las andanzas de un gato callejero en una Nueva York inequívocamente ochentera. Times Square atestada de tráfico, mansiones del Upper East Side que contrastan con un Downtown pre-Giuliani  y un clímax final de quitar el hipo en el puente de Brooklyn.

Latinoamérica en “Saludos, amigos” y “Los tres caballeros”.
De acuerdo, a priori la idea de retratar Latinoamérica mezclando escenas de bailes folclóricos con sketchs del Pato Donald suena como para echarse a temblar, pero el resultado está lleno de encanto vintage y la música sigue siendo una delicia: el Aconcagua que debe sobrevolar el avión Pedrito todavía resulta imponente, y la “Aquarela do Brasil” guiada por José Carioca es una pieza que el ministerio de turismo del país de moda debería emplear en todas sus promociones.

Hawai y “Lilo y Stitch”
Surf+Elvis Presley+demonio extraterrestre=combinación ganadora. Espíritu hawaiano a raudales para este divertimento que no renuncia a reírse subrepticiamente del turismo que condiciona la vida del archipiélago.

París en “El jorobado de Notre Dame”
Imaginamos que el edulcorado final hizo que Víctor Hugo se revolviera en su tumba, pero aún así Notre Dame, con sus vidrieras góticas, sus campanas, sus gárgolas y su jorobado, infunde un respeto reverencial que los animadores supieron captar a la perfección.

… y París en “Ratatouille”
Si se necesita un respiro tras tanta tiniebla y deseo reprimido, nada mejor que “Ratatouille”, un luminoso –pese a las escenas en las alcantarillas y catacumbas- homenaje a la ciudad y a uno de los pilares de la cultura francesa: la gastronomía.

Sidney en “Buscando a Nemo”
Las escenas que tienen lugar en la superficie, lejos de la barrera de coral, están ambientadas en Sidney, con su ópera bien visible, su puerto y sus gaviotas maullantes, todo reflejado en los cristales de un acuario-cárcel para peces muy del gusto de la nueva sensibilidad animalista acorde con los tiempos.

China y “Mulán”.
La apertura de China al mundo como nueva-superpotencia-a-tener-en-cuenta-en-el-concierto-internacional tuvo su plasmación Disney con Mulán, adaptación de una antigua leyenda del país. Las imágenes de la ciudad prohibida bajo los fuegos artificiales siempre serán emocionantes.

Bosque de Sherwood y “Robin Hood”.
Por muchos méritos que hagan Errol Flynn o Kevin Costner, en nuestro corazón Robin Hood siempre será un zorro bípedo. El bosque de Sherwood del legendario personaje existe realmente, y puede visitarse en el condado de Nottingham. Saber si todo es una leyenda o hubo un personaje real gracias al que los periodistas de hoy en día pueden utilizar la analogía “un moderno Robin Hood”, nos importará bien poco cuando estemos entre sus árboles centenarios.

Nueva Orleáns y “Tiana y el sapo”.
“Tiana y el Sapo” recoge lo que todos tenemos en mente cuando pensamos en Nueva Orleans (jazz, vudú, influencia cajún y el Mardi Gras) y lo convierte en un festín para los ojos y los oídos. Querríamos creer que el barrio francés ha permanecido así, anclado en los años veinte, que el medio de transporte habitual es un barco de vapor y que los pantanos están llenos de cocodrilos pero también de magia.

Saturday, September 01, 2012

Destinos de serie

Inaugurando el mes cuelgo aquí un textito que me publicaron hace poco en un sitio (más) serio; me da un poco de vergüencita por obvio y facilón pero aquí está, y ustedes son lo primero:

Algunas se ruedan en plató y otras en ciudades a mucha distancia de las que se ambientan pero estas series consiguen transmitir  eso tan intangible y difícil de definir que es la atmósfera de un lugar. De las infinitas caras de cada destino, las series sólo nos muestran una, pero el poder catódico hará que permanezca en nuestra memoria como más real que cualquiera de las otras.
Dubrovnik de Juego de tronos  ¿Por qué empeñarse en diseñar con cgi o recrear en cartón piedra algo que existe en realidad? Afortunadamente alguien se dio cuenta de que la Desembarco del Rey imaginada por R. R. Martin tenía mucho que ver con Dubrovnik. Un paseo por las murallas hará que las calles atestadas de turistas parezcan muy lejanas y los dragones, posibles.
Brooklyn de Girls Esquivar (o saludar de tú a tú) hipsters en Williamsburg es sólo una de las posibilidades de este barrio que supera a Manhattan en tamaño y –casi- en diversidad. Bien lo sabe Lena Durham: no es lo mismo ir a cenar a un restaurante del aburguesado Prospect Heights que asistir a una fiesta clandestina en un almacén abandonado de Bushwick.
Nueva Orleáns de Treme. Ciudad y serie imprescindibles para los melómanos, la música jazz –y no sólo jazz- es hilo conductor, parte de la trama y ambientación perfecta. Más allá del carnaval, del cliché y del Katrina, Treme es una radiografía precisa del espíritu de Nueva Orleáns, además de una de reflexiones más lúcidas sobre el turismo de nuestros días.
Seattle de The Killing Lo más probable es que el tiempo acompañe y no haga falta abstraerse mucho para adentrarse en la brumosa, lluviosa, esquinada y perversa atmósfera de The Killing. Pero no hay que dejarse engañar por su hipnótica escala de grises: Seattle es una ciudad culturalmente vibrante y rodeada de una naturaleza que le da sentido a la expresión “el nuevo mundo”. Sin adolescentes muertas en maleteros de coches, la mayor parte del tiempo.
Londres de Sherlock La inmersión del icónico investigador en el siglo XXI ha sido recibida con aplausos y ovación cerrada. Se mantiene su casa-museo, compartida con Watson, en el 221 B de Baker Street, pero la localización real del  portal del nuevo Sherlock está en el 187 de North Gower Street, en Camden. Se puede jugar a encontrar las diferencias entre el Holmes literario y el televisivo por toda la ciudad. Quién no juega a detectives es porque no quiere.
Los Hamptons de Revenge Las ventosas playas y lujosas mansiones de los Hamptons duplican el disfrute de este placer culpable compuesto de traiciones, mentiras y puñaladas por la espalda a la luz de la luna. Si se quiere descansar de tanta mirada pérfida, no hay problema: todos los porches dan al mar.
Washington de Homeland Desde los verdes parques a los despachos de la CIA, Homeland recrea el clima de paranoia y sospecha presente en las calles de la ciudad. Un monumento famoso está presente: la cúpula del congreso de los Estados Unidos preside los créditos de esta historia de terrorismo, corrupción política y locura.
Donwnton Abbey El escenario real de esta serie ambientada en la Inglaterra eduardiana es el Highclere Castle y ¡albricias! está disponible para celebrar bodas y fiestas, o, siendo más realistas, puede visitarse reservando la entrada. No hará falta un exceso de imaginación para trasladarse nada más poner el pie en sus magníficos jardines a la época de la familia Crawley, en la que la hora del té es una religión y hay quién no sabe qué es un fin de semana. Lovely.