Tuesday, March 17, 2009

Giro radical en el caso de Marta del Castillo

En toda esta desgraciada historia de la desaparecida/asesinada de un cinecerazo/víctima de violencia de género/usuaria del Twitter Marta del Castillo nos hemos acostumbrado a ver esos grupos de vecinos insultando a los presuntos asesinos en la puerta del juzgado, cosa que se repite en todos los casos de este tipo y a nadie extraña ya. Sin embargo, me cuentan algo que sí me llama la atención: al parecer los desocupados -digo yo que será gente que no tiene trabajo ni, literalmente, nada mejor que hacer que pasarse media mañana apostado en una acera- no es que se pongan a gritar y a insultar y pedir justicia y pena de muerte cuando aparece el ex de Marta esposado por la Guardia Civil, sino que sólo se ponen a gritar y se convierten en una muchedumbre enfurecida cuando ven movimiento en las cámaras, es decir, cuando notan que les estan grabando o que hay una conexión en directo con el telediario. A mí esto me flipa y me parece ya la bomba, el colmo de Baudrillard. Y, paralelamente, hace que me acuerde mucho del libro que tuvo a bien regalarme un amigo hace unos meses: "La construcción de la lesbiana perversa", de Beatriz Gimeno (que es, además, bastante coñazo de mujer), en el que se estudia el tratamiento que se le dio en los periódicos al caso de Dolores Vázquez (bollera de España). En realidad más bien el tratamiento que se le dio al hecho de que fuera lesbiana, para terminar concluyendo que fue el armario y el tabú sobre la homosexualidad lo que acabó por condenar a Dolores por el asesinato de Rocío Wanninetcétera, porque ya la había condenado toda la sociedad de antemano en cuanto de supo que había estado liada con Alicia Hornos, la madre de la niña. Y esto, además, hace que recuerde una gran bronca que tuvimos mis amigas y yo allá por el año 2000, justo cuando el juicio a Dolores Vázquez estaba súperdeactualidad, sobre -precisamente- las muchedumbres que iban a llamar "asesina" a Dolores a la puerta del juzgado. Sobre si era normal que la gente fuese a berrear o no era normal, sobre la justicia de las vecindades, los linchamientos y el bollerismo. Y, con el tiempo, resultó que ella era inocente, nosotras crecimos y las multitudes enfervorecidas siguen siendo una constante en el decorado de los sucesos. Y no es que exista una relación exacta entre estas cosas ni una conclusión, pero qué cosas.