Thursday, July 22, 2010

¿Qué pasa con Mad Men?

Pues pasa que es una serie tan buena, tan buena, que nadie lo puede negar. Exuda calidad por cada píxel/cada fotograma/cada pulgada de celuloide. Deberían darle directamente todos los premios a mejor guión, mejor vestuario, mejor fotografía, mejor dirección de arte, mejor maquillaje, todo, los Emmy, los Oscar, los de la asociación de críticos de los Nueva York, todos los del mundo. Aunque no te guste la serie es un hecho, no puedes dejar de reconocer la calidad. No es mi caso, a mí me encanta. Encanta no es exactamente la palabra, digamos más bien que me absorbe, me ensimisma, me mesmeriza, me hipnotiza. Me mete en un estado cataléptico del que me cuesta mucho salir. Nunca una aplicación de una web fue tan real.

Pasa que crea la sensación de que es la puritita realidá. Los primeros años 60 parecen más de verdad en Mad Men que cuando ves “Pijama para dos”, “El apartamento” o “Tú a Boston y yo a California”. Esta sensación obviamente tiene que ser irreal porque “la verdad” (jojo) no se puede aprehender en una película ni en una serie ni en una fotografía (el medio lo modifica todo, ya lo sabemos), pero hay al algo admirable en que una serie nos parezca más cercana a la realidad de hace 50 años que las obras que se crearon en su momento. Compárese, sin ir más lejos, con los resultados obtenidos por “Cuéntame cómo pasó”. No hay color, porque esa sensación de veracidad tiene que ir más allá del cardado del moño de temporada.

Pasa que, como estás muy metido en la historia, a veces pierdes la perspectiva pero una escena repentina te hace abrir los ojos y darte cuenta de cómo han pasado los años y de las vueltas que da la vida: el ginecólogo que atiende con un pitillo en mano a las pacientes y les recomienda “no ser demasiado putita” del primer capítulo no te sorprende mucho porque sabes que vas a ver una serie ambientada en los 60 y te esperas esas cosas, pero cuando ya estás metidito en la historia de repente una escena aparentemente inocente te flashea: Don Draper, el protagonista, está de picnic con su familia en un campito muy bonito. Terminan de comer, él le da un último trago a su bebida y clash, la tira en medio del césped. Su mujer recoge los cubiertos y platos y se pone a sacudir la manta de cuadritos sobre la que han comido, desperdigando todos los papeles, plásticos y restos de comida en ese mismo campito. Se meten en el coche y se van. Toma ya conciencia ecológica (aunque esa misma escena tiene lugar cualquier domingo en cualquier playa o prado de España, por muy 2010 en el que estemos).

También pasa que, más allá de la gracia de ver los años 60 desde los ojos de hoy, los personajes son lo que más importa, y ahí ya no hay treguas. Todos están sumidos en un coma emocional paralizante. ¿Qué pasa con Don Draper? ¿Cómo es que le consideramos un hombre íntegro con el historial que tiene? ¿Es un mentiroso compulsivo? ¿Es la perfecta representación del hombre americano, totalmente hecho a sí mismo? ¿Y Betty Draper, metáfora de tantas cosas, la mayoría malas? ¿Qué es esa insatisfacción perpetua? ¿Es que simplemente se aburre? ¿Es la representación más bella y rubia del hastío del ama de casa? ¿Todos sus problemas son que lo tiene todo y no sabe lo que quiere? ¿Existe amor en Mad Men o todo se reduce a sus variantes de sutil interés, matrimonio o ganas de follar? ¿Y Pete Campbell, puede haber un personaje más odioso? Y sin embargo no le odiamos. ¿Y Peggy Olson, se supone que es la persona en la que deberíamos identificarnos las mujeres contemporáneas trabajadoras y todo eso? Si es imposible identificarse con alguien que está tan recubierto de soledad y de silencios, que te pasas todo el rato pensando qué nos quiere decir ella, qué nos quieren decir los autores. ¿Por qué tengo la sensación de que uno de los personajes más interesantes es Sally, la hija pequeña de Don y Betty?

Pasa que la cuarta temporada empieza en una semana, a finales de julio, y no me parece nada apropiado. Mad Men no es una serie para ver en verano, porque ver a gente vestida con impecables trajes y camisetas interiores de lana cuando estás a 30 grados no es lo más agradable. Mad Men habría que verla en invierno, tapado con una manta, a poder ser bebiendo y fumando (qué ganas de fumar da esta serie, me las da a mí que no he fumado en mi vida, no me imagino lo que tiene que ser para un exfumador), y con una porrada de capítulos seguidos para ir entrando en un clímax que te deja con la cabeza embotada, incapaz de articular palabra sobre tus sentimientos, en un total y absoluto coma emocional.