Saturday, May 24, 2008

El puchy-puly del Doctor Robinson

Callejeros es el programa de Cuatro que consigue entretener y fascinar a base de sacar a cuanto yonki e indigente hay por España. Y como hay muchos y cada uno tiene una historia terrible y hermosa a partes iguales, uno lo ve y tiene esa sensación de que el arrrrte corre por nuestras calles y que el costumbrismo y las películas de Berlanga no son algo en absoluto desaparecido. Lo cual está muy bien.
El jueves, para mi regocijo, dejaron un resumen de "Cuestión de sexo" (cuya caja en dvd vi ayer en la Fnac y tengo que decir que es el peor embalaje de una serie que he visto en mi vida, con una foto de los protagonistas en sofá de lo más friends-noventero-trasnochado sobre un fondo de purpurina multicolor estruendosamente horrible) para las doce y en prime time pusieron un Callejeros dedicado a la ley de costas. "Aplicar la ley de costas a toda costa y a todo coste" era la frase que decía un constructor y que los de Cuatro repetían hasta la saciedad. Bueno, el caso es que lo que voy a contar no tiene que ver directamente con la ley de costas y al contarlo tiene muy poca gracia (ojalá estuviese en youtube), pero vamos allá: El otro día leía en el blog de Mer que en esta última temporada de House, en la que tenía que elegir a sus ayudantes entre una plétora de candidatos, los personajes estaban fantásticamente definidos porque con sólo dos frases ya sabías quienes eran y qué querían. Pues esto mismo lo viví el jueves viendo Callejeros. Estaban en un acantilado canario hablando con una señora mayor que estaba tomando el aire. "Vengo mucho por aquí porque tengo un hijo esquizofrénico", decía la buena señora. Tras eso, invitaba a los reporteros a su casa (la marca de Callejeros es que todo el mundo invita a los reporteros a su casa y les enseña la nevera. Cuando alguien lleva un cámara la gente te enseña el interior de los cajones, te abre el congelador para que veas cuánta carne congelada tiene y se levanta la camiseta para enseñarte las cicatrices de sus operaciones y las marcas de picarse. También es muy marca de Callejeros el grabar cómo se despiden de la gente con un "que vaya bien" o un "hala, que haya salud"). Pues decía que la señora llevaba a los reporteros a su casa y nada más entrar les decía "ahí está mi hijo". Y entonces, el momento: un joven barbudo y con pelos despeinados igualito a Javier Krahe, sentado en un sofá, fumando a contraluz, con los ojos inyectados en sangre y una voz cavernosa, surgida de las profundidades del infierno, que dice "Hola". Ya está. No hacía falta que nos hubiese dicho que su hijo era esquizofrénico. Un personaje definido no con dos frases, con una palabra. Realismo extremo. Vida real que epata a los modernos. Miserias cotidianas y tal y cual pascual. Eso es Callejeros.

Friday, May 16, 2008

Mi relación con Ágatha

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La felicidad es llegar a casa con una buena bolsa de patatas Lays sabor cebolla caramelizada y vinagre balsámico (jo, hay que oírme, juro que Lays no me esponsoriza ni nada parecido) y ponerse a ver “Asesinato en el Orient Express”. Ésta es una de esas películas de los 70 ambientadas en los años 20 y 30, subgénero muy querido al que pertenecen obras como “El gran Gatsby” o “Bonnie & Clyde”. Todas estas obras se caracterizan por una estética que abusa un poco del esfumatto, así como con colores desvaídos y rostros difuminados -sin llegar a niveles isabelpreyslerescos- y unos vestuarios súperguays. Ya se sabe que la moda se repite y se inspira y se retroinspira constantemente, y gran parte de los setenta estuvieron marcados por las redondas caras blancas, las cejas finas a lo Marlene Dietrich (que a ella y a la Garbo sientan maravillosamente pero que ninguna persona con un mínimo criterio estético debería tratar de emular) y las blusas de chiffon. Todo pasa de moda, como las novelas de Vicky Baum o decir “esto es demasié”, pero todo vuelve, como las zapatillas victoria, vivir para ver.

También es muy setentera esta película en su rollo de más estrellas por metraje que un centro de rehab (parezco un guionista de Aída, Jesucristo), como en la odisea del Poseidón. Aquí tenemos a Lauren Bacall, Ingrid Bergman, Albert Finney, Vanesa Redgrave, Sean Connery o Anthony Perkins, haciendo, cómo no, de Norman Bates con otro nombre. Es muy gracioso lo de Anthony Perkins (aunque un poco triste también –emoticón carita triste-) porque interpreta a un personaje que en el libro (que me compré y leí enterico el domingo, así que lo tengo fresco) es un hombre muy desenvuelto y espabilado, pero claro, como en la película lo interpreta Anthony Perkins se vuelve tartamudo, sudoroso e inquietante. Hay una parte muy divertida en la que dice, literalmente:

- Mi madre murió cuando yo tenía ocho años y creo que todavía no lo he superado. Ala, ¡dígame que soy un retardado emocional y por eso aún no me he casado!

En cuanto a la historia, pues casi igualita que la del libro. Me pasa algo curioso con Agatha Christie, y es que aunque sus libros me parezcan una mierda pinchada en un palo en su gran mayoría, disfruto mucho con su lectura. Sobre todo me gustan las historietas cortas de Hércules Poirot y Miss Marple, inspiración de Jessica Fletcher, aunque más bien la protagonista de “Se ha escrito un crimen” (Murder, she wrote, genial título original) sea directamente un trasunto de la propia Agatha Christie trasladada a Cape Cod. En cualquier caso manifiesto mi debilidad absoluta por historias como “Diez negritos” o “El espejo se rajó de parte a parte”. Y también por Parker Pyne, tercero en discordia de las creaciones de esta mujer, que colgaba un anuncio en los periódicos que rezaba: “¿Es usted feliz? Si no lo es consulte a Mister Parker Pyne, calle cual, número tal” Me parece una forma maravillosa de ganarse la vida, resolvérsela a otros y acertar siempre.

Friday, May 09, 2008

En mi operación no han encontrado ni una pizca de semen

Cada día la ¡Qué me dices! me gusta más. Hablo de la revista surgida del programa de Chapis –el horrísono de turbios rumores- y Belinda Washington –que posteriormente pasó a presentar el llorado “De domingo a domingo” (De domingo a domingo pensando en ti, de domingo a domingo esperándote, y vuelaaaa la semana vuelaaaa). La sombre de la Cuore es alargada y bien es verdad que ha venido a cambiar todo el formato de las revistas del corazón con pretensiones de llegar a un público joven: desde su llegada, todas pasaron a incluir comentarios chanantes (ay, la chanantización de España, uno de los fenómenos más odiosos de los últimos años, aunque supongo que ellos estarán encantados), humor, famosos más internacionales y mucha, mucha moda. A mi me parece estupendo que todos se sumen al carro del espíritu Cuore, además ella al fin y al cabo es una copia de la Heat y de revistas británicas e inglesas del estilo. Pero a lo que iba, que la ¡Qué me dices! cada día me gusta más. Además de los artículos dedicados al corazón de rigor, con portadas dedicadas a Andrés Pajares (sin palabras, sin palabras), contiene una sección de recomendaciones cinematográficas de lo más indie, y odio esa palabra, pero es que son absolutamente indie –lo más que se puede ser en una revista del corazón-. Recomiendan películas como “The Savages” o “Antes que el diablo sepa que has muerto”. Ni una concesión a la comedia romántica o películas de las que podría hablar el Hola. Y miren las recomendaciones musicales de, por ejemplo, un número de marzo: Tachenko: “Como el huracán”, American Music Club: “The Dance” o Hidrogenesse: “Stock, Aitken, Waterman & me”. Vamos, que muy bien. Luego tiene una sección que es de moda urbana, y ahí ya flipo y reflipo del todo. Se trata de que lectores de la revista envíen una foto suya luciendo estilismo y explicando de qué marca es la ropa que llevan puesta. Uno pensaría que sólo escribirían peluqueras y adictas al Bershka, peeeero no, sorprendentemente no. Se ve que el deseo de ser fotografiado por Cool Hunter es tan profundo que para paliar esa necesidad de que el resto del mundo “admire” tu look, son muchas las modernas que escriben a la QMD. Algunas parecen estudiantes de diseño de moda o becarias del audiovisual, incluso. Y por no faltar, no falta ni una receta de cocina. Si es que lo tiene todo, la QMD.

Actualización: Acabo de ver en "Está pasando" -programa del que si tienen algo de buen gusto y un espíritu sensible deberían huir como alma que lleva el diabl- un homenaje que le tributaban a Sara Montiel en el Black and White. Ella, para mi regocijo, decía algo así como "Sí, algo me han organizado en el black and fight... " La periodista que hacía el reportaje era Paqui Peña, que a mí me cae muy bien y se la veía súperagusto, pasándoselo mejor que la propia Sara en ocasiones. Claro, todo estaba lleno de travestis de la removida y maricas de relumbrón habituales del Black and white, hasta Aviador Deluxe estaba por ahí y tal, todo muy divertido. Bueno, el caso es que supongo que, aunque el hecho de que Sara sea un mito sólo para una minoría de la población la haga más grande, más nuestra y tal, es una injusticia como la copa de un pino. A Sara tenían que estar haciéndole homenajes no en el Black and White, sino en el Teatro Real, darle la medalla de oro del trabajo, qué sé yo. Es que me da una rabia terrible que se haya convertido en una especie de esperpento para las jóvenes generaciones y gran parte de la opinión pública de este apestoso país, como si toda su vida, toda ella en general, mito viviente, no signicase nada. Se ríen de cosas como de la boda con Tony -que a mí es una cosa que me flipa y me parece maravillosa en todos los aspectos, el montaje, las fotos de la boda en sí, Tony... -, las peleas con Marujita, sus hijos Tais y Zeus (que por cierto canta muy bien, modelar no, pobre)... Los infraseres que estaban en la mesa de los mongolos que atienden por Lucía Riaño y el Tirantes (Lucía Riaño estaba corriéndose viva porque una colaboradora del programa le había hecho una entrevista a Luis Miguel, tócate las pelotas, ese hombre que destrozó los maravillosos boleros de Armando Manzanero haciendo que las estupendas versiones de Los Panchos -por ejemplo- quedasen oscurecidas ante sus perpetraciones) Los infraseres de la mesa de Está Pasando, decía, que se me va el hilo con tanta rabia, entre los que estaba Jaime Peñafiel (ese rencor hecho hombre merece una entrada para él solo) comentaban "¿y dónde está el novio" "pero si no existe..." como con pena de Sara. Sara, que es más lista, más artista y más estrella de lo que lo será cualquier medianía en su vida.