La temporada televisiva ha estado al pil-pil. A tres días del final de Gran Hermano 11, le perdonamos a regañadientes que una edición tan buenísima tenga semejantes finalistas tan pan sin sal (aunque Pilarita otra cosa no, pero sal tiene para rato), y echamos la vista atrás para recordar los grandes momentos con los que nos ha obsequiado desde su inicio, momentos grandes y maravillosos precisamente por lo inesperado, no sólo por chorradas tipo “pareja que tiene que fingir que no lo es” o “desconocidos que tienen que fingir que son pareja”, sino por cosas que yo creo que escapaban del alcance de los responsables de cásting y de los guionistas. La emoción de lo inesperado en forma de vaso con hielos. Esta edición ha sabido mantener el interés casi hasta el final, así que, por lógica aplastante, la del año que viene será un rollo. Yo, para el resto de mi vida, recordaré siempre el diálogo en el que Arturo (personaje indescriptible que quería ganar la edición para montar un puesto de batidos ecológicos en San Sebastián ¡!) le hablaba a Hans de su pasado como militar en un cuerpo de élite seguramente chunguísimo y similar a los marines. Le decía: “Porque claro, yo estaba aburridísimo en mi casa y dije, pues hala, a viajar, y gracias a eso he vivido un montón de cosas increíbles. ¿Cuándo iba yo a poder dormir en un iglú? Pues gracias al ejército yo he montado mi propio iglú y he dormido dentro. ¿Cuándo iba yo a poder poner una bomba? Hombre, soy vasco, pero…” Ya sólo por este toque de humor descacharrante y finísimo, Arturo se ha ganado un puesto en mi corazón (además de por el poema que le escribió a Carol, claro, uno de cuyos versos era, no lo olvidemos, “como un adicto a la coca”).
La segunda edición de Granjero busca esposa (ahora imposible decir esas tres palabras sin entonarlas como la canción indie que se sacaron de la manga como sintonía del programa) ha tenido unas entregas bastante flojas y aburridas, pero nos ha dejado un primer y un último programa que son oro puro y de los que, sí, como del cerdo, no se desperdicia nada. Ese final de la pelea familiar de Natalia y su familia con las voces en off y la imagen del caserío de fondo pertenece ya a los anales del costumbrismo y el carpetovetonismo a un nivel digno de “Los santos inocentes”. Y una mención especial para la pelea a hostia limpia de los Vitis, gemelos cuarentones salidos directamente del infierno. ¿Qué es esto? ¿Qué es esa imagen? ¿Quiénes son esas personas que cantaban “Tenía tanto que darte” vestidos con camisetas de Levis? ¿Y ese odio soterrado con el que se miran? ¿Llevan dentro la simiente de la guerra civil? ¿Puede haber algo mejor que ese “Olvídate de mi cara” que le dice un gemelo a otro?
También recordaremos la segunda edición de Pekín Express (ese prodigio del montaje) por ser la de Alazne y Meritxell, por traernos el concepto “amigos rurales”, y por deleitarnos la vista con los Merinos, policías de Coslada ¡! armados Fran con sombrero vaquero y Merino con su cara de jabalí, hecho este último que puedo considerar una de las cosas que más admiro y más me gusta en un hombre: la cara de jabalí.
Curso del 63 fue un extrañísimo invento de Antena 3 que tuvo un éxito inesperado –para la misma cadena- debido a lo absurdo de la propuesta y a la total improvisación que parecía guiarles y que hizo rematar el engendro cuando más audiencia tenía. En la misma línea,
Para limpiarme un poco los colmillos y no seguir hablando de ese horrible programa que me pone de mal humor, termino ya con una cosa maravillosa y absolutamete mirar al abismo y que el abismo te devuelva la mirada: el calendario de “Mujeres, hombres y viceversa”. Atención al desfile de ubres gigantes, pezones que parecen fichas de jugar a las damas o nuditos de globos y, lo que más me sorprende de todo, esas insinuantes rajas de culo masculinas que se muestran con los pantalones a medio bajar. ¿Esto es sexy? ¿Se supone que estos hombres son heterosexuales y que esto va dirigido a un público hetero? ¿No es esa portada de un joven tronista o pretendiente con el paraguas la cosa más gay que han visto en años?
4 comments:
Estoy de acuerdo. La tele es nutritiva. En cuanto a GH 11 creo que su gran valor es que ha durado tanto, lo que nos ha servido para ver la evolución de unos personajes que no han tenido la posibilidad de mostrarse "unidireccionales". En algún momento todos han acabado por ser mezquinos, rastreros e insoportables, el juego ha podido con ellos (cosa que no hubiese ocurrido si sólo hubiese durado dos meses). Creo (como todo el mundo) que Gerardo es el ser más hediondo de la galaxia, y que Hans era el más sensato, cualquiera de nosotros hubiésemos podido ser Hans si nos hubiesen metido ahí dentro con esos bichos. Y hala.
También creo que han estropeado GH con esos añadidos ridículos de segundas casas, pasadizos, gente que entra y sale e intercambios de ultramar (en este último aspecto sólo se puede calificar de memorable el desembarco del huracan Nizar en México, ya tenemos el odio de los manitos por otros quinientos años).
La gracia está en soltar a diez paisanos en un chalet y sentarse a ver lo que pasa que siempre pasa algo.
De resto no he visto nada pero ya que hablas de Arus todavía recuerdo el antológico "Al ataque", a ver si llega el momento en en el que los de "Muchachada nui" confiesen lo mucho que estan influidos por aquel programa.
Pues no he visto ninguno de estos programas este año. Pero leí el poema de Arturo a Carol en tu blog y lo llevo muy dentro.
Y el otro día por fin vi algo de Gran Hermano. Fue un trozo del debate del día después de la final. Sólo con ver al perroflauta trasnochado que ganó esta edición, me di cuenta de que lo habría odiado con todas mis fuerzas de haber seguido el programa. Pero me encantó el video de la tal Indhira llamando "zorra, zorra, zorra" a la morena que le había robado al Arturo. Grande.
Hello maate nice blog
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