Cuando me voy de viaje, necesito hacer la maleta con al menos dos días de antelación. A veces he intentado quitarme de esto dejándolo para al día antes, en plan "bah, pero si son dos bragas y una camiseta lo que hay que meter, déjalo para el día antes", pero no puedo, no puedo. He llegado a estar en camita metida con un libro en las manos y levantarme como un resorte en plan "¡No puedo más, se acabó, tengo que hacerlo" como dice una amiga que le pasaba con un aparato de esos que te sorprendes de cómo avanza la humanidad para espantar a los mosquitos, uno que emitía una señal acústica que a ellos los horripiliza y que tú apenas la notas, en teoría, porque se oye así como un zumbidito bajito bajito, y esta amiga dice que se acostaba tan tranquila y de repente se despertaba en medio de la noche y tenía que apagar el zumbido de un manotazo, porque le estaba perforando el cerebro. Pues eso, eso me pasa a mí con (no) hacer la maleta. Y repaso una y otra vez la lista de productos de aseo personal que tengo que llevarme, lo cual no es óbice para que en alguna ocasión me haya olvidado de cosas muy importantes como una caja de tampones o líquido de lentillas o el cargador del móvil. Lo peor del mundo, olvidarte de alguna cosa imprescindible al hacer la maleta (y que te roben el bolso; que te roben el bolso es casi casi tan malo como que te violen).
Hoy por ejemplo, tengo la maleta hecha (porque me voy mañana a Lisboa, ja) (esto me recuerda la última vez que estuve en Lisboa, hace ya más de un lustro, poco después de un flirt con un fascista que estaba totalmente como una chota pero que a mí me ponía pinochet. Hay que ver cómo es la vida) desde el lunes, y mirarla desde la distancia y saber que ya está lista me llena de una paz y una tranquilidad muy necesaria en estos días en los que tengo tanto trabajo que me vuelvo loca e irme de viaje es lo peor que puedo hacer, además. Y el caso es que antes no me pasaba esto, me pasa, curiosamente, desde que viajo más y tengo que hacer muchas maletas. Y supongo que la conclusión de esto es que con los años no nos volvemos mejores ni más comprensivos, sino que se nos acrecientan las manías y nos volvemos unos raros. Y es que yo siempre he llevado una vieja dentro de mí.
(Curiosamente, en cuanto llego a casa tengo que deshacer la maleta inmediatamente. El acto de coger la ropa sucia del viaje y meterla en la lavadora es uno de los gestos que más paz, bienestar y endorfinas me da).
5 comments:
Hablando de viajes no te pierdas la crónica neoyorquina de Mer. Que comas mucho bacalao
comparto lo que dices! para mi es todo muy parecido, lo de desacher la maleta a la vuelta sobretodo!!
lo que me pasa desde hace unos viajes es que llevo siempre las mismas cosas...y durante el viaje me pongo la misma ropa: es decir, tengo un disfraze de viaje, un uniforme!
en hacer la maleta pero ultimamente soy lo peor..empiezo dos dias antes (sino aun antes) y luego...no la acabo nunca, sigo poniendo cosas y cuando creo sea todo listo pq lleva dias allì esperando, la verdad es que no lo es!!! al final se me olvida algo necesario aun no imprescindible, como durante mi semana santa de este ano en paris, donde me olvidè pantalones y tenia solo lo del viaje!
jajajaja!
Sí, con los años las manías son más manías y lo rarurcio es más rarurcio. Hay que jodersen.
Esta manía tan fea también la tengo yo y más ha empeorado desde que tengo a mi hijo, pensar en olvidar algo importante para él me nubla el conocimiento a más no poder...
vhdmcwjry [url=http://ricostrong.net]Rico Strong[/url]
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