En algún momento de mi adolescencia comencé a comprar
-casi- compulsivamente todas las revistas de moda/femeninas (términos sinónimos
todavía hoy, qué tristeza; y entendemos que las más populares en su momento, nada exquisito ni coleccionable) que estaban a mi alcance. Compraba, por supuesto, la
Vogue, la Elle, la Cosmopolitan, la Marie Claire, la Woman, incluso a veces la
-agh- Telva (no compraba la Glamour ni la In Style porque no existían pero
estoy segura de que me habrían encantado). Años después eso se calmó, depuró y
refinó para terminar, entre 2000 y 2005, comprando mensualmente y
religiosamente la Marie Claire, básicamente porque en ella escribía Lucas
Arraut que hacía referencias a Charada o hablaba de los Strokes y claro, sólo
por aquellos destellos merecía la pena comprar la revista entera. Precisamente alrededor
del 2002 aproximadamente escribía yo esto que me hace sonrojarme por muchas y
variadas razones en mi antiguo blog
sobre la Marie Clarie: “Con ese nombre uno se imagina algo tipo Telva meets Mía
en una tienda de labores del hogar, pero nada más lejos de la realidad. Su tipo
de lectora es el de treintañera (no dejan de lanzarle piropos a "esa edad
prodigiosa") pija con inquietudes, obsesionada por la modernidad rayando
en lo snob. Vamos, alguien inaguantable. Pero la Mari Claire cuenta con una
baza importantísima: el humor. No es sólo que la lectura de estas revistas sea
gratificante, porque empiezas por no saber diferenciar a Givenchy de Ralph
Lauren y terminas partiéndote con las ironías acerca de Ives Saint Laurent y
T.O.M. Es que esta revista cuenta con unos colaboradores jóvenes e inspirados,
que hacen entrevistas diferentes y saben darle a todo una nueva óptica.
"La lectora de la marie claire es la más culta" según éstas estúpidas
encuestas, de las que si alguien me explica el objetivo, le estaré muy agradecida,
y eso se nota en que realiza cosas como "El premio contradiction y marie
claire de relato breve", en el que... ¿cómo decirlo? los ganadores son
siempre demasiado etiquetables como "literatura femenina", y eso que
yo odio esa etiqueta, igual que la de "literatura tercermundista" o
"literatura gay", pero hay veces en las que resulta difícil desmontar
tópicos. El caso es que los ganadores han sido relatos sobre la búsqueda del
amor, las rupturas con tu pareja e incluso el diario de una polaca (o de algún
país del este parecido) maltratada por su marido - qué oportuno, ¿no?- Vamos,
que todo muy Johanna Lindsay. Pero independientemente de eso la Marie Claire
incluye páginas sobre los últimos estrenos de cine, música, teatro y libros que
son algo más que mero relleno entre anuncio y anuncio, aparte de entrevistas
bien realizadas con prestigiosos actores, escritores o políticos (no sólo los
más conocidos, sino, y esto es importante, los más prestigiosos ¿entendéis la
diferencia?) Para los que tienen mala conciencia, nunca falta un reportaje del
tipo de "Viajamos a Zambia para seguir el juicio de Safiya"
"Putas en brasil" o "Palestinos e israelíes: las mujeres hacen
el entendimiento posible" casi siempre a cargo de Isabel Pisano.”
Lo curioso es que en mi adolescencia y primera
juventud gastaba mucho más en revistas que en ropa, que tenía poca y siempre
iba mal vestida. Hoy tengo mucha ropa y también sigo yendo mal vestida, pero he
conseguido pasar el 80% de mi tiempo vestida en pijama y bata o en bragas y
camiseta y se nota menos. Achaco aquel coleccionismo que no se correspondía con
mi vida cotidiana a que tenía mucha hambre de moda: había llevado un uniforme
de colegio gris y azul marino durante toda mi infancia y, aunque no me había ni
mucho menos frustrado porque no era ninguna rebelde de película de Colegio
Degrassi, esto había derivado en llegar a los 14 años sin apenas ropa; me pasé
mi adolescencia enfundada en vaqueros levis normaluchis de los tiempos
pre-elastano y en camisetas de propaganda de la Xunta de Galicia. Las revistas
llenaban de ropa adulta y maravillosa mi cabeza colmando todas las ansias
estéticas y facilitando el pasar el resto del tiempo cómodamente enfundada en
un peto de pana azul eléctrico, todo esto en un tiempo antes de que la moda se
pusiese de moda, de los blogs de street style, de que todo el mundo sepa quién
es el nuevo diseñador de Ives Saint Laurent al minuto de que se haya nombrado,
de que la pasarela Cibeles salga en los telediarios y de que los institutos
estén llenos de alumnas aventajadas de Isabel Marant. No me arrepiento de haber
gastado todo aquel tiempo hojeando editoriales de moda en vez de haber estado
leyendo Le monde Diplomatique ni mucho menos, porque aquello me educó mucho, me
enseñó cosas muy importantes en esta vida como quién era André Leon Talley y que
la moda sólo es ropa, sí, pero a la vez es el mensaje más importante que
transmites inconscientemente, y por eso, pese a todo, está infravaloradísima.
De todos modos la verdad es que tras tantos kilos de papel brillante
almacenados, tanta acumulación de horribles regalos de plástico, tantos bodegones
con zapatos, lo que más recuerdo, y lo recuerdo muy a menudo como si fuesen
hechos muy remarcables de ese momento de mi vida, son:
1: La entrevista con Frankie Rayder de la Marie Claire:
Frankie Rayder era una modelo ultrabellísima que nunca llegó a ser lo
suficientemente famosa fuera del mundo de la moda como para que su nombre sea
mainstream. Lucas Arraut la entrevistaba y ella contaba divertidas anécdotas
sobre modelos que se lían con jóvenes taxistas milaneses, juergas sin fin y
cosas así. Terminaba la entrevista y ella le decía: “¿Ya está? ¿No vas a
preguntarme algo más, tipo cuál es mi color favorito?” “¿Cuál es tu color
favorito, Frankie?” “El verde. Es el color de los prados, los árboles… ¡y del
dinero!”.
2: El test ¿tienes alma
de rubia o de morena? de la Elle. Este test es muy muy importante y simbólico
no ya por las preguntas y los resultados (que venían a decir, por supuesto, que
ser rubia es más divertido), sino porque venía ilustrado por una foto de Carmen
Kass y Gisele Bundchen en la que Gisele era, efectiviwonder, la morena. Y aunque
el cabello de Gisele se haya aclarado considerablemente desde entonces, aún viendo
las fotos de los inicios de su carrera se entiende el pervertido concepto que
tienen los medios de los estereotipos capilares.
3: Un reportaje-experimento de la Cosmo sobre algunos de los vestidos más
famosos de los últimos años, en el que mujeres anónimas se los ponían y
contaban su experiencia. El primero era el inolvidable vestido de Ralph Lauren rosa con el que
Gwyneth Paltrow ganó el Oscar por Shakespeare in love.

La joven que se lo había puesto decía
que se había sentido una princesa y que bla bla bla, que entendía por qué había
llorado al recibir el premio, porque si hubiese ido vestida de cuero habría
hecho el símbolo de la victoria. Esto es, que el vestido la ponían en un ánimo
determinado y no al revés.
El segundo era un modelo que Elizabeth
Hurley había llevado como invitada a una boda, tan abierto y con una raja en la
pierna tan prolongada que se le veían las bragas, que eran de leopardo. No he
encontrado foto pero estoy bastante convencida de que el vestido era naranja y
las bragas de animal print. La chica elegida para este experimiento
madamecuriesco reconocía que había recibido un montón de atención y miradas,
peeero no estaba segura de que aquella fuese la atención que le gustaría
recibir.
El tercer look es directamente historia contemporánea:
Lo tronchante aquí es que a la joven del
experimento, en vez de decirle que estuviese un mes sin depilarse, le pegaron
un mechonchillo de pelos de esos muestrarios de tintes de las farmacias; o sea,
un bucle perfectamente peinado y rizado que creaba un efecto grotesquísimo, a
años luz del que crearía una axila peluda natural. La chica chica decía que el
vestido era muy bonito pero que el pelo en los sobacos deslucía y la había
hecho sentirse muy incómoda.
Y estos son los recuerdos más fuertes
que tengo de mis años de lectura fiel de revistas femeninas, por encima del
cosmokamasutra o de los dibujos de Jordi Labanda. ¿Significan algo? ¿Me han
dado alguna valiosa lección? ¿Ilustran la condición femenina y el mundo en
general? Pues supongo que todo y nada a la vez, son tan fútiles o
trascendentales como las propias revistas de las que salieron.
2 comments:
Yo era adicto al consultorio del Doctor Bernabe Tierno en el Mía.
Me encanta. Soy tu seguidor desde ya.
GG
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