Thursday, December 29, 2011

Cuatro veces David Copperfield

Hay que tener mucho cuidado al dar ciertas cosas por supuestas, sobre todo en lo que se refiere a cultura, conocimientos y todo lo que atañe a la materia gris in yeneral, porque podemos ir por la vida mirando desde un monóculo a los tronistas de Mujeres y Hombres y Viceversa y de repente ¡oh, terror! resulta que no nos diferenciamos tanto como nos gustaría de ciertas gurús del maquillaje en youtube. Así me ha pasado a mí, que estaba convencida de que había leído ya David Copperfield hasta que este verano encontré una edición en la aldea en cuatro volúmenes y, tras rascarme mucho la cabeza y hacer un gran esfuerzo mental, caí en la cuenta de que las chorrocientas páginas de letra minúscula no podían, literalmente (y nunca mejor dicho lo de literalmente) caber en la bonita edición ilustrada que había leído yo en mi infancia (ni, aunque esto ya lo había discurrido yo antes, en su versión por entregas convertida en cómic que venía con “El libro gordo de Petete”). Así que me he puesto a leer David Copperfield con ojos de adulta y un poco en previsión de, en algún momento de los próximos años, leer “The crimson petal and the white” (que me encantó la serie y las axilas peludas y los lavados de vagina con lejía de Romola Garai), de la que en algún momento escuché decir que sería la novela que hubiese escrito Charles Dickens de no estar sujeto a censura y autocensura, a su tiempo y espacio y todo eso (cosa que supongo que es bastante absurda, tipo “Shakespeare hoy en día trabajaría en HBO”, pero como frases promocionales no están mal). Entotal, que me ha encantado David Copperfield porque leerla es un placerazo aunque sepas de antemano lo que se avecina y porque en las versiones infantiles y en las películas mil veces vistas no aparecía ese humor tan fino y maravilloso que, incluso, en algunas partes como en la descripción del romance con Dora, me hacía troncharme. He gozado mucho al enterarme exactamente de cuál era el pecado de Emilita y por qué era tan terrible lo que había hecho, porque en mi inocencia infantil no llegué nunca a descifrar si Steerforth la secuestraba, se iba ella por sus propios medios, por qué era tan terrible que se hubiese largado, si terminaba haciéndose puta o qué pasaba con ella. De todos modos no puedo evitar cometer un terrible error, que es juzgar a un clásico con la chorri-moral que tenemos hoy en día, y así encuentro que en realidad Uriah Heep es un héroe moderno que no se conforma con su situación social y hace todo lo posible por ascender, lo que lo convierte en alguien terriblemente interesante; que Emilita es víctima de la terrible moral de su tiempo por ser lo que somos todas hoy en día: una mujer perdida (aquí es especialmente patente lo importante que ha sido la revolución feminista y lo cómodas que nos permite vivir nuestras vidas –siempre que no seamos pobres, claro, que eso será pecado para siempre-, a la vez que me hace plantearme qué cosas son pecados hoy en día y dentro de cien años no lo serán, y si habrá gente en el futuro que dirá “pero qué carcas eran los de principios del siglo XXI, tron, que no permitían el matrimonio entre hombres y burros”), y que hay algo siniestro y terrible en que David se enamore de una persona con la inteligencia y cultura de una cabra –la bella y pequeñita, pequeñita, Dora- y que en el momento en el que este matrimonio empieza a convertirse en una carga su esposa, muy oportunamente, se muera sin una queja bendiciendo además el futuro romance de su viudo con Agnes (a la que siempre he imaginado un poco como Olivia de Havilland-por cierto que debido a sus recientes declaraciones en Vanity Fair al pérfido señor Murdstone lo imaginaba con la cara de Sebastián Palomo Linares-), cuyo papel en la novela se resume en ser poco más que un marshmallow. Y toda esta historia sentimental de David, además, se me antoja bastante incestuosa con esta primera esposa que es “mi niña-mujer” y su segunda esposa que es “mi querida hermana Agnes”. Así que me muero por saber de interpretaciones de la novela a los ojos del psicoanálisis, del movimiento feminista, de la posmodernidad y demás zarandajas condenadas por el papismo. Y en resumen, me ha gustado tanto y he disfrutado tanto de esta lectura, que puede que durante los próximos meses me dedique exclusivamente a leer historias de niños vendidos como esclavos y fortuitos encuentros con petimetres que marcan para siempre tu destino.

4 comments:

UN BESO said...

Está muy bien esta web. Está llena de contenido muy interesante y de actualidad. Me gusta, sigue así de bien. Un beso

SisterBoy said...

Ops yo sólo he leído "Cuento de Navidad" y llevo tiempo pensando en escribir una vindicación de Ebenezer Scrooge que me parece un socialdemócrata adelantado a su tiempo.

¿Shakespeare trabajando en HBO? Ninguna cadena admitiría el guión de Titus Andronicus

El Impenitente said...

Curioso. Hace muy poco un ámigo me machacaba con la obligatoriedad de leer David Copperfield. Yo le comenté que tras Oliver Twist Dickens nunca más, pero él erre que erre. Ahora te leo a ti. Tal vez os tenga que hacer caso.

Ra está en la aldea said...

Pues no sé si en Oliver Twist existirá el mismo sentido del humor que en David Copperfield, pero así debería de ser porque si no menuda llorera.