Sunday, June 26, 2011

Donald y el almacén de los mundos

Debo de haber envejecido de golpe veinte años (o rejuvenecido), porque de repente (¡hola Josie! ¡hola Andrés!) he caído en la trampa de la publicidad. He visto este anuncio y me he creído ingenuamente la historia del test pionero en la implantación de recuerdos. Pensando emocionada y asustada que era posible hacer un "Eternal sunshine on a spotless mind" al revés (o un "Desafío total" en toda regla), no fue hasta entrar en la web cuando me di cuenta de que era una burda argucia publicitaria de la sección de viajes de Atrápalo, y que nunca podría hacer que me implantaran el recuerdo de la toma de la Bastilla o del asalto al Palacio de Invierno.
Algo bueno ha tenido el darme cuenta de que soy tontícola y fácil de engañar, porque el anuncio me ha recordado a una de mis historietas favoritas de Disney, publicada en la maravillosa, inteligente y talentosísima revista mensual Hiper Disney (croquetamente en el número 13, en cuya portada sale Donald deslizándose sobre un patinete con gesto de terror) allá por principios de los noventa.
La historieta es de una profundidad y madurez inusitada en una publicación para niños (pero muy presente en las revistas Disney, ya sea en los Don Mikis de los setenta o en el citado Hiperdisney que nunca me cansaré de defender como una de las principales fuentes de cultura y conocimiento que sorbí durante mi infancia); se llama "Donald y el almacén de los mundos" y comienza con un Donald deprimidísimo porque su vida es rutinaria, agotadora y carente de ilusión y aventura. Se encuentra con unos señores de sapientín aspecto que intentan inútilmente animarle. Al día siguiente Donald está plácidamente durmiendo el sueño de los justos en su hogar cuando llaman a la puerta, sí, precisamente, los dos señores con aspecto de sabios. Le traen el almacén de los mundos, como espero que se vea más o menos claro en la siguiente foto:



Aquí vienen unas viñetas en las que explican el concepto de posibles vidas paralelas, algo que sale mucho en las películas y libros de ciencia ficción y que a mí particularmente me pone del revés: esa posibilidad de que un día decidas salir de cama por el lado derecho y no por el izquierdo, como haces siempre, pises mal, te hagas un esguince y durante la rehabilitación conozcas al amor de tu vida o alguien que años después termina asesinándote por alguna oscura historia cronenbergiana. Y aquí es cuando lanzan el siguiente discurso que procedo a copiar tal cualito: "Multiplicando entre sí los múltiples cruces de la vida tenemos un número de combinaciones prácticamente infinito. Nosotros, claro, solo vivimos una de nuestras infinitas vidas posibles, y no está dicho que se la mejor. Nuestro pequeño mundo solo es uno entre muchos. Si todos fúesemos más afortunados o más listos ahora quizá podríamos ser más felices. ¿Le gustaría vivir unas horas la mejor de sus vidas posibles en el mejor de sus mundos posibles?"
Aquí interrumpe Donald: "¿Quieren decir que con ese... chisme?"
Y continúan ellos: "... Se puede vivir el más emocionante y realista de los sueños. No tiene nada que ver con esos sueños poco creíbles que si no se desvanecen por la mañana sólo dejan un recuerdo vago y confuso. Este sueño lo recordará siempre, será la experiencia más bella de su vida."
Claro, así que Donald dice naturalmente que sí, pero cuando ya está en cama con el casco puesto y monitorizado a la máquina los dos sabios empiezan a hablar entre sí preocupados, y Donald termina por arrancarles que en un par de experiencias anteriores los sujetos del experimento no regresaron jamás, se quedaron para siempre en el sueño. Donald dice "Por bello que pueda ser el sueño no quiero que sea eterno" (qué bobo) y les dice que nanay al experimento. Ellos le piden disculpas por las molestias y se van de su casa cargando con la máquina. Y Donald prosigue su día, yendo a ayudar a Daisy con el traslado de los muebles, a hacer recados para el Tío Gilito, a regar el jardín... mientras fantasea con el tipo de mundo en el que podría estar ahora. Llega la noche, Donald se prepara un vaso de leche y se vuelve a cama a soñar con los angelitos. Y cuando despierta, ¡oh, sorpresa!, allí están los sabios con su máquina, y no solo eso, sino que le preguntan cómo ha ido el viaje, en qué mundo ha vivido. Donald está confuso: "Pero... es imposible. No recuerdo haber partido. Es más, me negué a partir. Tenía miedo, quería reflexionar". Ellos le dicen que es normal porque los sueños son tan realistas que muchos no saben cuándo empiezan. Y Donald sigue: "La verdad es que estuve... me quedé... bueno, ¡no me moví de aquí!" Y aquí entran en júbilo los sabios: "¡Entonces es usted afortunadísimo! ¡Su vida real es ya la mejor posible!"



Esto a Donald le llena de contento, comprende la importancia de valorar lo que tenemos y se levanta decidido a empezar su semana lo mejor posible.
Pero hay trampa: un rato después los dos sabios conversan en un parque:
-Misión cumplida.
- Sí. Estaba muy contento, completamente transformado.
- Con este casco de peluquería...
- ... y este viejo ordenador para videojuegos...
- ... hemos hecho feliz a otra persona.
- Así es, amigo mío. Así es.

4 comments:

W said...

Esto deja Matrix a la altura del betún.

El Impenitente said...

A mi me pilló "Don Miki". Y también tenía un par de libros del "Manual de los Jóvenes Castores". De hecho estos aún los tengo.

La historia es muy buena. Y Donald un santo varón (o un santo pato varón). -Hemos hecho feliz a otra persona. ¿Me está usted diciendo que he de resignarme? ¿Me está usted diciendo que no puedo quejarme, que mejor que estoy no puedo estar? ¿Me está usted diciendo que no tengo razones para soñar? Jabón había hecho yo con los dos abuelos.

Ra está en la aldea said...

La moraleja es bastante terribilita, sí. Viene a ser que hay que conformarse con ser feliz con lo que uno tiene, así que olvídate de revoluciones, cambios de trabajo, huelgas o revueltas callejeras. Un mensaje muy cristiano, además.
Otra cosa es que en realidad Donald tiene una vida estupenda porque, aunque nunca tiene un duro, la presencia del tío Gilito le obliga a embarcarse en aventuras constantes y frecuentes viajes incluso al espacio exterior.

Tilo said...

¡Hola Raquel!

Es que como no actualizabas desde hace meses, no pasaba por aquí. Creo que esta historia de Donald sería la típica que de niño odiaría por no entender nada. En cualquier caso, creo que está bien hacer historias que hagan creer a los niños que no todo es fácil de comprender. Me pasaba a mí con ciertos tebeos de Superlópez, sobre todo el del señor de los chupetes, que lo odiaba.