Y aquí otro texto más, juro que pronto pararé con esto:
¿Has leído “Drácula” y fantaseas con aterrorizarte en su
castillo? ¿La mera mención de “Transilvania” te hace temblar de excitación?
¿Conoces la historia del auténtico Drácula, Vlad Tepes, y deseas conocer los
parajes en los que empalaba a sus enemigos? ¿Tienes pesadillas –o maravillosos
sueños- con la peluca de Gary Oldman y con una ensangrentada Mónica Bellucci?
Este artículo es para ti. Un siglo después de la muerte de Bram Stoker (el
creador del inmortal –en el más amplio sentido de la palabra- personaje),
repasamos los escenarios reales de en los que se mezclan las huellas del
personaje de ficción y de su presunto inspirador, Vlad Tepes, gobernante de
Valaquia durante el siglo XV, héroe de la historia rumana por defender su
territorio ante los embites turcos e hijo de Vlad II Dracul, palabra que significaba
“dragón”, pero también -¡oh, la etimología!- “diablo”.
El castillo de Bran:
Relación con Drácula: nula. Relación con Vlad Tepes: prácticamente inexistente.
¿Por qué merece la pena? Es un castillo medieval
oportunamente situado cerca de Brasov, la bonita capital de Transilvania y útil
punto de partida para hacer excursiones por la región. Expropiado durante el
comunismo, el lugar fue restituido al heredero de sus antiguos dueños, que
resultó ser un Habsburgo afincado en Nueva York al que imaginamos que la
inesperada herencia no terminó de ilusionar. Tras intentar inútilmente
venderlo, llegó a un acuerdo con las autoridades rumanas para mantenerlo
abierto al turismo, para nuestro regocijo. En el interior hay paneles
explicativos sobre el mito de Drácula, la historia del castillo y su total falta
de relación con el Vlad Tepes histórico, que al parecer no llegó ni a pasar una
noche allí. Y sin embargo, es tan sobrecogedor, fotogénico y su silueta tan
similar a los castillos del vampiro del imaginario colectivo que la visita resulta
ineludible.
La fortaleza de Poenari:
Relación con Drácula: nula. Relación con Vlad Tepes: absoluta.
¿Por qué merece la pena? Vlad Tepes conocía, además de
creativas formas de torturar a sus enemigos, cómo elegir bien los
emplazamientos. Los mil quinientos escalones que hay que subir para llegar a lo
alto de la fortaleza servirán para meternos momentáneamente en la piel de los
esclavos turcos que se emplearon en su construcción. Aunque esté en ruinas,
vale la pena acercarse porque fue construido por el auténtico Empalador y por
sus vistas, sobrecogedoras cinco siglos después de su edificación. Si el lugar
no consigue conmovernos o no nos parece lo bastante terrorífico, muy cerca está
la carretera de Transfăgărăşan, cuyas curvas y desniveles asustarán al
conductor más experimentado.
Hotel Castel Drácula:
Relación con Drácula: es la razón de su existencia. Relación con Vlad Tepes:
suponemos que ninguna.
¿Por qué merece la pena? Hace unos años alguien decidió que
el mito de Drácula no estaba lo suficientemente explotado y que todavía podía
crearse un nuevo reclamo turístico: un hotel temático de Drácula en el lugar en
el que, en la novela, se ubicaba el castillo, cerca de Bistrita (el último
lugar en el que se aloja Jonathan Harker antes de enfrentarse a una ensalada de
horror que le dejará marcado y encanecido de por vida), al norte de Rumanía. Si
se decide alojarse en él (sí, también tiene ataúdes) hay que ir sin prejuicios,
consciente de que es una mezcla de hotel, parque temático Drácula y atracción
turística. No apto para los que le tengan miedo… al kitsch.
Castillo de Slains:
Relación con Drácula: a él le debe el personaje su “vida”. Relación con Vlad
Tepes: ni por asomo.
¿Por qué merece la pena? Todos estos emplazamientos rumanos
resulta lugares muy interesantes a no ser por un pequeño e insignificante
detalle: Bram Stoker jamás visitó Rumanía (¡acabáramos!) y el lugar que tenía
en mente cuando describía la morada del conde le quedaba mucho más a mano: las
ruinas del Castillo de Slains, en Escocia, tienen la presencia y la atmósfera
adecuadas para inspirar cualquier novela de terror. Y no se puede negar que
están mucho más cerca de Londres, lugar en el que, al fin y al cabo, transcurre
la mayor parte de la novela.
2 comments:
Qué interesante tu artículo! Y qué trágico el destino de Jonathan Harker: las canas. Se me eriza el vello de pensarlo.
Después del revolcón con la Bellucci y compañía no esperaría quedar impoluto
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