Monday, September 03, 2012

Un mágico mundo de ilusión y de color

Y otro textito más, muy en la línea del anterior:


El nuevo rompetaquillas de Disney/Pixar –porque a estas alturas ya son lo mismo- es Mérida, una heroína de indómita melena pelirroja que parece ratificar –Juegos del hambre mediante- que el tiro con arco es tendencia. Ambientada en los Highlands escoceses y plagada de referencias a escenarios fácilmente reconocibles, aprovechamos para repasar los lugares reales que inspiraron al estudio un buen puñado de obras maestras.

Londres y “Mary Poppins”.
Sí, Londres es maravillosa a ojos de un niño volante en “Peter Pan” o como escenario de los amores de Pongo y Perdita en “101 dálmatas”, pero nos quedamos, ahora y siempre, con el retrato de la ciudad que hace “Mary Poppins”: mansiones eduardianas, sufragistas, deshollinadores, paseos por el parque y una City llena de hombres de negocios consumidos por la avaricia que prefieren ignorar que a pocos metros, en las escaleras de Saint Paul, se venden migas de pan para las palomas a sólo tres peniques.

Castillo de Neuschwanstein y “La bella durmiente”.
Convertido en el logotipo de la casa y omnipresente en sus parques, eso que dicen ser los lugares más felices de la tierra, el castillo de “La bella durmiente” es casi una copia exacta del castillo de Neuschwanstein, en Baviera. Disney no podía haber elegido mejor: el capricho de Luis II es una fantasía medievaloide para el que parece haber sido hecha la expresión “de cuento de hadas”. Si se prefiere crear un ensueño propio, el cercano castillo de Linderhof, también obra del Rey Loco y plagado de sus excentricidades, puede inspirar al cuentacuentos que todos llevamos dentro.

Rothenburg y “Pinocho”.
Aunque teóricamente ambientada en un pueblecito italiano, la inspiración real de los animadores de la maravillosa y nunca suficientemente ponderada “Pinocho” es la localidad alemana de Rothenburg. Escenario de otros rodajes gracias a su bien conservado casco histórico, pasear por sus calles de pueblecito de cuento es una delicia. Y ya son dos las razones para ir a Baviera.

Nueva York y “Oliver y su pandilla”.
En la época en la que los estudios iban a pique antes de que una sirena les rescatase a golpe de canciones sobre sus ansias de tener piernas (e, imaginamos, lo que hay entre ellas), nació esta versión perruna y felina de “Oliver Twist” que narra las andanzas de un gato callejero en una Nueva York inequívocamente ochentera. Times Square atestada de tráfico, mansiones del Upper East Side que contrastan con un Downtown pre-Giuliani  y un clímax final de quitar el hipo en el puente de Brooklyn.

Latinoamérica en “Saludos, amigos” y “Los tres caballeros”.
De acuerdo, a priori la idea de retratar Latinoamérica mezclando escenas de bailes folclóricos con sketchs del Pato Donald suena como para echarse a temblar, pero el resultado está lleno de encanto vintage y la música sigue siendo una delicia: el Aconcagua que debe sobrevolar el avión Pedrito todavía resulta imponente, y la “Aquarela do Brasil” guiada por José Carioca es una pieza que el ministerio de turismo del país de moda debería emplear en todas sus promociones.

Hawai y “Lilo y Stitch”
Surf+Elvis Presley+demonio extraterrestre=combinación ganadora. Espíritu hawaiano a raudales para este divertimento que no renuncia a reírse subrepticiamente del turismo que condiciona la vida del archipiélago.

París en “El jorobado de Notre Dame”
Imaginamos que el edulcorado final hizo que Víctor Hugo se revolviera en su tumba, pero aún así Notre Dame, con sus vidrieras góticas, sus campanas, sus gárgolas y su jorobado, infunde un respeto reverencial que los animadores supieron captar a la perfección.

… y París en “Ratatouille”
Si se necesita un respiro tras tanta tiniebla y deseo reprimido, nada mejor que “Ratatouille”, un luminoso –pese a las escenas en las alcantarillas y catacumbas- homenaje a la ciudad y a uno de los pilares de la cultura francesa: la gastronomía.

Sidney en “Buscando a Nemo”
Las escenas que tienen lugar en la superficie, lejos de la barrera de coral, están ambientadas en Sidney, con su ópera bien visible, su puerto y sus gaviotas maullantes, todo reflejado en los cristales de un acuario-cárcel para peces muy del gusto de la nueva sensibilidad animalista acorde con los tiempos.

China y “Mulán”.
La apertura de China al mundo como nueva-superpotencia-a-tener-en-cuenta-en-el-concierto-internacional tuvo su plasmación Disney con Mulán, adaptación de una antigua leyenda del país. Las imágenes de la ciudad prohibida bajo los fuegos artificiales siempre serán emocionantes.

Bosque de Sherwood y “Robin Hood”.
Por muchos méritos que hagan Errol Flynn o Kevin Costner, en nuestro corazón Robin Hood siempre será un zorro bípedo. El bosque de Sherwood del legendario personaje existe realmente, y puede visitarse en el condado de Nottingham. Saber si todo es una leyenda o hubo un personaje real gracias al que los periodistas de hoy en día pueden utilizar la analogía “un moderno Robin Hood”, nos importará bien poco cuando estemos entre sus árboles centenarios.

Nueva Orleáns y “Tiana y el sapo”.
“Tiana y el Sapo” recoge lo que todos tenemos en mente cuando pensamos en Nueva Orleans (jazz, vudú, influencia cajún y el Mardi Gras) y lo convierte en un festín para los ojos y los oídos. Querríamos creer que el barrio francés ha permanecido así, anclado en los años veinte, que el medio de transporte habitual es un barco de vapor y que los pantanos están llenos de cocodrilos pero también de magia.

2 comments:

SisterBoy said...

Practicamente sólo he visto "Los tres caballeros" y ya desde niño me impactó su lisergico final, de las canciones la que más me gustó siempre fue Bahia

http://youtu.be/2O7eu7XxNBs

Ra está en la aldea said...

Cada diálogo entre José Carioca y el Pato Donald merecería ser enmarcado.