Creo que todo tiene su origen en el dichoso asunto del boicot publicitario a “La Noria” (tema harto interesante porque me recuerda a esas cosas que les pasan a los guionistas americanos que tienen que tener mucho cuidado con no ofender ninguna sensibilidad o los anunciantes huirán en masa, algo que hasta este momento no ocurría aquí y abre nuevas y emocionantes posibilidades). A partir de ahí hubo un amago de limpieza de imagen en Telecinco (limpieza de imagen, ¿ante quién? ¿ante Pato WC?) en el que se deshicieron de sus programas menos rentables y alternaron el orden –pero no el producto- de las secciones de la Noria. Para mi desgracia, todo esto coincidió con el proceso de preparación del Gran Hermano de este año, y estoy convencida –aunque quién sabe, igual no es así- de que afectó al casting final, en el que metieron a una serie de individuos para conseguir que le resultado fuese “más basado en el humor y el amor”. Ya sabemos –que estamos siguiendo el recorrido de entrevistas de la señora cubana tan simpática que ha sido guionista del programa durante diez años, y hemos pedido su libro en la lista de los Reyes- que el crear un casting maravilloso y frotarte las manos pensando que se van a interrelacionar de la forma en la que tú piensas no garantiza que finalmente lo hagan dentro de la casa, pero vamos, que parece obvio que han intentado huir de posibles agrias polémicas.
Y así estamos, que este año no hay ningún tipo de interés y es todo aburrido y plano y soseras como un café sin espuma. ¿Dónde se ha visto unos concursantes de GH que en vez de pelearse a gritos, hablan en un tono normal? ¿Dónde están las alucinantes salidas de tono, los insultos y las amenazas? ¿Dónde están los polvos desaforados llenos de gemidos? Para mí, que consumo 16 horas diarias de televisión y adoro/necesito estar enganchada a algún reality, está siendo una dura decepción, porque ya el año pasado fue bastante rollo, y este año tocaba bueno. Ahora me encuentro viendo imágenes de Jhota (y de su amigo Moha, siempre en mi memoria) mientras una lágrima de nostalgia rueda por mi mejilla. Por no hablar ya del pograma de hace dos años, Gran Hermano 11, que fue instantáneamente la mejor de todas las ediciones habidas y por haber. No sólo contaba con un plantel de personajes magníficos (la efímera Lis, la maravillosa Pilarita y su hija Saray, Arturo e Indhira, el malvado y discapacitado Toscano, la maripituca Carolina, la bellísima y minúscula Tatiana, el desquiciante Gerardo Prager…) sino que estos se relacionaron de tal forma que mantuvieron el interés hasta el final (y eso que duró algo así como dos años, la edición).
La primera semana empezó alto con Lis convertida en villana por destapar la relación –que muy malamente mantenían oculta- las pareja de lesbianas; enseguida empezó el culebrón Arturo e Indhira, que galvanizó al país, nos dejó una escena –la del vaso de agua- para la historia, con sus polvos retransmitidos que sonrojaban al más pintado, con un descensos a los infiernos de la locura que todos pudimos ver y disfrutar y fue capaz de generar un verdadero debate social (recuerdo ir al súper y encontrarme a las cajeras comentando “pues yo creo que Carolina sí que es una calienta…” y tener que morderme la lengua para decir que ser una calientapollas es una virtud). Cuando parecía que la cosa no podía ir a mejor, Tatiana se salió por la tangente follándose a Arturo en una noche de fin de año –algo que le costó el puesto de ganadora, Ejpaña no perdona- y apareciendo posteriormente en el confesionario con la cara que mejor ilustra la –feísima, por cierto- expresión de “estar bien follada”: el cutis brillante, los ojos hinchados, el pelo revuelto, los labios exfoliadísimos y una sonrisa bovina que se tornó en maliciosa cuando, antes de dejar la sala, dijo picaruela: “por cierto, ¡un besito Indhira!”. Ah, cómo no amar la televisión. Por tener, aquella edición tuvo interés hasta en la recta final, cuando sólo quedan cuatro en la casa y normalmente la cosa está muertísima; ellos consiguieron, con la sospechosísima relación entre Gerardo y Saray, que las escenas de Ángel desquiciado en el confesionario mientras la familia hacía karaoke sin micrófono en el dormitorio fuesen algo apasionante de ver. Ay, qué nostalgia. Además nos dejó lo que son ya hitos de la cultura pop (al menos en mi casa): una canción para el recuerdo (“con mis encantos me ligo a unos cuantos”), y un poema que me vuelve absolutamente loca. Es que es recordarlo y llorar por el estado de sequía realitística que estamos viviendo.
En fin, menos mal que está “Quién quiere casarse con mi hijo” (ese programa en el que dos de los concursantes, los que parecen sacados de Mujeres y hombres y viceversa –otro hit absoluto en el salón de mi casa-, no tendrían reparos uno en follarse a su madre y la madre del otro en follarse a su hijo), una cosa en la que hay mucho montaje, mucho personaje de agencia y mucho guión, pero bienvenido sea porque todos sabemos que hablar de realidad en un reality es una entelequia.
3 comments:
Yo dejé el programa en la octava edición, la de Naiala y Dani Rubio, cuando los hijosdeputa en lugar de ser genuínos (como Kiko) empezaron a ser profesionales. Aun así desde luego fue imposible sustrarse al magnetismo de la edición número 11.
Por cierto estupendo el resumen en Wikipedia de todas las temporadas
http://es.wikipedia.org/wiki/Gran_Hermano_%28Espa%C3%B1a%29#Gran_Hermano_8_.282006.29
Yo, en mis eternos ratos libres, aparte de crochetear, veo esto: http://es.wikipedia.org/wiki/Mundos_opuestos_(reality_show).
Tony Kamo incluido.... creo que necesito empezar a hacer algo productivo pronto.
Pues lo siento pero La Noria es uno de los programas que más asco me da. No lo aguanto pero que quede claro que no tengo nada en contra de los contertulios el problema está en el formato ya que el presentador y los invitados solo son meros personajes que interpretan su papel. Es productora que ha ideado el programa y los personajes que traen para entrevistar lo que me saca de quicio es lo que se conoce como telebasura
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