De la entrevista con Francis Franco, el nieto de Franco, en el último número de Vanity Fair no ha hecho que se me caiga el monóculo ninguna de sus previsilísimas y poco originalísimas declaraciones (España está fatal, mi abuelo no era un dictador, en el Azor se hablaba euskera, con Franco vivíamos mejor… un hermoso ejercicio de reconstrucción histórica que permite hondas reflexiones acerca de qué es la verdad, la imposibilidad de acercarse a ella y cómo varían las cosas según quién las cuente, una especie de Rashomon de la historia reciente de España), sino una foto de un detalle decorativo de su hogar: unos ceniceros hechos con garras de león, no de un león cualquiera, claro, sino una pieza cobrada en una cacería en algún país africano de esas por las que por el privilegio de matarlas tienes que pagar el equivalente al presupuesto anual de la reserva de fauna en la que se crían.
Aquí tienen la imagen en cuestión, fotografía de una fotografía de un cenicero-garra de león sobre una mesa Lak de IKEA. Un contraste decorativo y de status muy representativo del signo de los tiempos.
El resto de la página está compuesta de una foto de la capilla familiar de esas en las que un cura amigo de la familia oficia bodas, bautizos, comuniones y misas de responso; un detalle de una pared llena de calaveras de corzos fruto también del talento cinegético de la familia y una bella estampa de Francis con su perro “Bubi”. El tema del amor de las clases altas (dígase con tono así como de quién va a asaltar el Palacio de Invierno) por sus perros y caballos daría para un sesudo tratado sobre psicología humana y símbolos de status que igual un día me animo a escribir (ya tengo decidida la portada, que sería la foto de Pitita Ridruejo con uno de sus perros que ella misma eligió para portada de sus indescriptibles memorias). Y aunque los Franco no son aristócratas en plan Downton Abbey (de hecho el origen de su fortuna y ascenso social haría arrugar la ceja a más de un personaje de la serie), Francis también dedica parte de la entrevista a nombrar a sus mascotas favoritas con nombres –y casi apellidos-, carácter y aficiones. Y esto entronca directamente con la portada de la revista, un maravilloso retrato con reminiscencias de Luis XV de lo más aristócrata y over the top que se puede ser en esta vida, que es ser nominal rey de Francia en el exilio: Luis Alfonso de Borbón, que además también es sobrino de Francis Franco. Y dejándolo todo así de bien hilado y bien traído –perros, aristocracia y Carmen Martínez Bordiú-, finiquitamos esta entrada.
6 comments:
A mí eso de Francis Franco me recuerda a aquel personaje de "La ciudada no es para mí", la nuera de Paco Martinez Soria que se hacía llamar Luchi cuando su auténtico nombre era Luciana.
Yo en cuanto a uso de carne animal como decoración lo más bizarro que he visto fue una butaca hecha con una pata de elefante, fue en un taller de taxidermia donde además había algunos otros tesoros como una foto de un filipino descompuesto recién extraido de la panza de un cocodrilo.
Y en cuanto a animales de compañía de la aristocracia recuerdo un reportaje sobre la Duquesa de Alba donde la susodicha mantenía, en una de sus multiples propiedades, un cementerio de mascotas con lápidas y todo. Y es que todavía sigue habiendo clases.
¿Y qué ha hecho con el resto del león? ¿Lo tiene andando con muletas en sus zoológico privado junto a los corzos descabezados?
Lo de la caza mayor para mí es un misterio. Pagas, te sientas, te ponen el bicho delante, le pegas cuatro tiros y ya eres un gran cazador, una de las mejores escopetas de España.
Anda que no hubieses pagado tú por haber visto a Alfonso de Borbón como rey de España y a Carmencita de reina.
En el taller del taxidermista también vi fotos de elefantes a los que les habían pintado un número con tiza para que el cazador supiera la pieza que le tocaba, juas.
En realidad seguro que si Alfonso de Borbón y Carmencita hubiesen sido reyes se ocultarían sus escándalos y veleidades del mismo modo en el que se ocultan los de los reyes actuales, y tendríamos una pareja de reyes muy bien avenidos que no dan nunca líos -ejem- y que son grandes profesionales. Jamás se habrían divorciado, ella nunca lo habría dejado todo atrás para irse a París y quién sabe, no habría muerto el hermano de Luis Alfonso y Letizia sería una anónima periodista. Ucronía, se llamaba esto, creo.
Sisterboy, he echado de menos el botón de "me gusta" para ponerlo bajo tu comentario de los elefantes marcados con tiza.
Oh, ya sabes que la admiración y "gustedad" es mutua. Por cierto que es una lastima que no recuerde dónde está el taller del taxidermista, sé que era un pueblo de Toledo pero no recuerdo en cual exactamente.
Post a Comment