Boyhood: Quiero que gane Boyhood y parece que así será. Quiero que gane no porque sea "la vida" o por la genialidad nunca hecha antes de grabar una ficción a lo largo de doce años ni por sus evidentes virtudes interpretativas o por su naturalidad sin efectismos. Quiero que gane porque, gracias a todas esas cosas que tiene, empecé a llorar de emoción en el minuto cinco y no paré hasta el final y, cuando se conecta emocionalmente tan fuerte con una película, dan igual las tramas bien construidas, los giros de guión bien armados, las interpretaciones de escuela de teatro Carmen Arranz y todo lo que se te ponga por delante: quieres que el mundo entero ame lo que tú ya amas. Han pasado varios meses y no me olvido de Mason ni de Texas ni de la hermana cantando "Oops I did it again" ni de lo triste que es ver cómo van perdiendo el carisma esos niños mientras crecen. Así que team Boyhood.
(Aún así es un verdadero misterio por qué este año Hollywood ha decidido premiar una película tan poco académica y tan outsider que en otras carreras habría pasado completamente desapercibida, sobre todo si pensamos que este giro no quiere decir que el año que viene no vuelvan a premiar un biopic épico sobre una importante figura histórica o una obra de prestigio de un director no reconocido plagada de estrellas. Los Oscar, esta es la verdad, son incomprensibles, caprichosos y esquizofrénicos).
Whiplash: Whiplash no es la obra menestra incontestable de la que algunos hablaban y que yo esperaba encontrarme, pero sí una buena película que va in crescendo y te deja en las nubes. Me pasé toda su duración pensando en qué dirán Anna Tarrés y el equipo de natación sincronizada al verla y los eléctricos minutos finales me recordaron al primer capítulo de Un paso adelante, en el que Pablo Puyol, después de no haber sido admitido en la escuela de Carmen Arranz (segunda mención) por llegar tarde a las pruebas, despertaba a todos a golpe de coreografía y batería a a ritmo de Safri duo y se ganaba su puesto.
American Sniper: Me interesa mucho más lo que pasa alrededor (el Babygate, que Bradley Cooper sea tan estrella, el por qué de su megaéxito de taquilla) que todo lo que ocurre dentro de esta aburridísima (menos una escena) película sobre dos paletos con los que es imposible empatizar. Hay demasiado polvo como para que mantenga mi interés, y me importa un pepino si su mensaje es facha o no facha (yo creo que un poco facha sí es, la verdad).
La teoría del todo: Es fácil despreciar la teoría del todo por sus filtros instagram y su lectura amabilísima de un conflicto realmente potente. Pero pensando que iba a detestarla y yendo con las expectativas muy bajas, me sorprendió para bien. La teoría del todo te da justo lo que cualquiera puede imaginar, para bien y para mal, pero también un amago de historia muy interesante que no llegan a desarrollar del todo pero que es la que todos querríamos ver (el triángulo amoroso y una especie de ensayo sobre el poliamor que se queda truncado prematuramente). También hay una historia (solamente en mi cabeza) en la que a alguien se le olvida poner el freno a la silla de ruedas en la escena de la playa y la película se convierte en otra cosa distinta.
Birdman: El caso contrario de La teoría del todo; salí chafada porque tenía muchas ganas de que me encantase Birdman y no fue así. Los actores son fabulosos, el trato del ego de los artistas y de las figuras públicas bárbaro y las referencias a otros actores y a la escena hollywoodesca tomada por los superhéroes de hoy muy acertada, pero su amaneramiento no me convence. El tramo final me chirría porque me recuerda a "Hollywood ending", en la que Woody Allen zanjaba la trama del director ciego que había dirigido una película horrible convirtiéndola en un gran éxito en Europa adorado por los franceses que veían genialidad donde sólo había ceguera. Además hay una escena que podría estar sacada de los vuelos de Ramón Sampedro en Mar adentro, y eso no. De todos modos viéndola no podía parar de pensar en qué sentirá Robert Downey Junior con esta película en la que se le menta directamente, aunque probablemente piense que él estuvo en rehabilitación ya antes incluso de interpretar a un superhéroe, supo salir adelante y ahora puede y sumergirse en una piscina llena de billetes. Y pienso también en qué pensará Owen Wilson, que ha vivido horas muy bajas similares a las que aparecen aquí. También me ha parecido chachi de que los protagonistas -Michael Keaton, Edward Norton y Emma Stone- tengan un pasado -o presente- superheroico (aunque prácticamente todos los actores del Hollywood actual están enredados en alguna franquicia de superhéroes, no sé si es a propósito), así que hemos llegado a la conclusión de que el pasado superheroico de Naomi Watts es Lo imposible, donde interpretaba a la heroína de ficción María Belón.
Selma: Como casi todas las películas, no está a la altura de su fantástico tráiler, que aún ahora cada vez que lo veo me pone los pelos de punta:
Pero aunque no esté al nivel da igual porque es un tema que me vuela la cabeza y que no podría estar más de actualidad, no sólo por la violencia policial allá en Estados Unidos donde todo es tan extremo y bla bla bla, sino aquí, bien cerquita de casa, gracias a gente como Felip Puig y otros seres igual de repulsivos y de malos de película ambientada en los 60. Me ha recordado a los capítulos de Mad Men en los que la lucha por los derechos civiles entra directamente en el hogar de Don Draper a través de su televisor y a cuando en Cowboys de medianoche cuentan que veían películas como "Matar a un ruiseñor" y no llegaban a entender cómo eso podía estar pasando ahí al lado. La lucha por los derechos civiles está muy bien explicada en su vertiente más política, en cuanto a las estrategias que seguían y los planes que tenían y a cómo estaba todo de organizado (que no era simplemente llegar y sentarse en el lado no indicado del autobús o entrar en un aseo sólo para blancos), y la escena de la carga policial en el puente está rodada como Dios. Las diferencias entre realidad y ficción me tiran de un pie, esto no es un documental. Selma merecía más.
El Gran Hotel Budapest: Odio, detesto, me aburre profundamente Wes Anderson (incluso la adaptación de El superzorro de Roald Dahl, que ya había leído de pequeña). Pero pese a estar llena de todos los manierismos marca de la casa, esta historia mezcla de La montaña mágica, biografía paralela del dueño del hotel de Lost Girls y relato de la relación entre La duquesa de Alba y Alfonso Díez ma gustao. No va de nada y es todo tan absurdo y forzado como siempre, pero al menos no me irritó y me entretuvo más que cualquiera de sus otras obras juntas.
The imitation game: "Descifrando Enigma" es fría, precisa y milimétrica (sí, justo como una máquina), y en ocasiones maniquea y un poco ridícula como cuando un espía aparece de detrás de una cortina o cuando entra en esas disquisiciones sobre ser hombre y ser máquina y sobre cómo las debilidades humanas son las que marcan la diferencia, se obstina en repetir una frasecita tan ridícula ("A veces la gente de la que menos te lo esperas es capaz de hacer las cosas que no te esperas" o algo parecido) como la de "La teoría del todo" ("No se sabe de quién va a venir el próximo salto") o la de Unbroken ("Más vale un momento de gloria que toda una vida de bla bla"), y ese "cuidado con el cianuro" y ese regalar manzanas y fíjate en por qué Alan Turing le puso ese nombre a su creación, qué redondito todo en este guión, qué pereza y qué forzado y qué en ocasiones ridículo. Pero claro, la historia que cuenta es tan apasionante y es tan increíble que gracias a ese trabajo esté escribiendo esto en una pequeña máquina de Turing en la mesa de mi salón, que cómo no apasionarse con el tema, que se vuelve precisamente más interesante cuando se plantea el dilema moral una vez descifrado Enigma, con eso que decía Fausto Fernández en su crítica tan acertada sobre cómo para luchar contra el fascismo había que convertirse en un estado fascista. Pero aunque sea una película que ha gustado a mucha gente y tampoco hay que ponerse ultrapicajoso con su traslación de la realidad que, repetimos, no es un documental, es también una obra tan diseñada con tiralíneas que resulta profundamente antipática. En resumen, que team Boyhood.